Lo peor del irreflexivo y permanente debate ideológico en España es que no se reflexiona nunca sobre la ausencia de democracia. Los ciudadanos se distraen con tanto circo, trampantojo y sociedad del como si.
Los electores son llamados a unas elecciones generales haciéndoles creer que decidirán sobre quién será el presidente del Gobierno, sin embargo, el presidente será investido tras una negociación de los jefes de los partidos y una posterior votación de los diputados. El jefe de Gobierno de España solo encabeza una candidatura provincial, la de la lista de Madrid, en ninguna otra provincia de la cincuentena que existen tiene presencia ese candidato.
En estas votaciones, que no elecciones, lo que se decide es el porcentaje de refrendos que obtiene cada partido. NO SON ELECCIONES, Y MUCHO MENOS PRESIDENCIALES. Son votaciones para refrendar lo que previamente han decidido los jefes de cada uno de los partidos que concurren: la composición de un Congreso de los Diputados sin diputados de distrito, sin representación de los electores, sin mandato imperativo de éstos pero con mandato imperativo de esos jefes de partido sobre sus diputados bien estabulados.
Lo peor de estos debates y de las tertulias de periodistas mamporreros del poder, es que contribuyen a mantener viva la creencia de que vivimos en un sistema democrático cuando en realidad estamos padeciendo un régimen de poder oligárquico: el poder político está en las manos de unos pocos.
Los españoles no pueden elegir a su presidente de Gobierno.
Los españoles no pueden elegir a su diputado de distrito.
En España no hay independencia judicial respecto de los poderes políticos.
En España no hay separación de poderes en origen (legislativo y ejecutivo).
Lo peor de todo es que nadie reflexiona sobre ese espíritu de las leyes ausente e ignorado desde los inicios de esta gran mentira, pero necesario para que los gobernados (la nación) elijan, controlen y depongan a sus representantes (el Estado), y para que todo el orbe judicial pueda elegir, sin injerencia del poder político, el órgano de gobierno de los jueces.
Es triste, pero prefieren vivir esa servidumbre voluntaria, esa gran mentira, ese circo, ese trampantojo, esa sociedad del como si…
En España se vota por identificación ideológica, por afinidad; no se elige al que ha de representarnos y controlar al Gobierno, tampoco elegimos a ese ejecutivo por mayoría y a doble vuelta, se permite que lo designen tras el acuerdo y el negocio establecido entre unos cuantos.
Lo peor de los debates electorales es que solo sirven para continuar viviendo en la mentira, eso sí, con la ayuda de la clase política (toda), y con la ayuda imprescindible de los periodistas y medios de comunicación (todos).