Recientemente leía en el digital El Español la siguiente noticia sobre el Festival Eñe, que en su décima edición se celebra el próximo noviembre en el Círculo de Bellas Artes de Madrid: “El Festival Eñe ya no es cipotudo: ahora reinan mujeres y gays”. La autora de tal artículo, Lorena G. Maldonado, se felicitaba de que “El Festival Eñe -la gran fiesta de la literatura- ya no es cipotudo: esa fue la gran crítica que se le hizo al evento en su pasada edición, que en plena explosión del movimiento feminista volvió a apostar por el hombre hetero como sujeto literario para copar su cartel (masculino en un 80%). A pesar de la brillantez y la trayectoria de los autores que asistieron, no dejaba de resultar curiosa la sordera de la organización ante la reivindicación de las creadoras, ante su deseo de dejar de ser ignoradas. Sin ellas, los lectores pierden la mitad de la mirada ante la vida”.
En consonancia con esto, el director del Festival afirma que en esta edición el Festival cuenta con “una representación mucho más ecuánime del mundo”, con un 55% de hombres, que permitirá hablar de la vida: “de barrios, de lesbianas, de feminismo, de qué es ser de izquierdas hoy, entre otras muchas cosas”. El director -cuyo nombre ahorro por vergüenza ajena- se queja asimismo de la falta de paridad en las publicaciones editoriales, signo de desigualdad que empieza ya por el número de manuscritos recibidos en las editoriales, y en lo tocante a la ideología señala que “La literatura ayuda a entender el mundo, a no ser tan tajante en algunas decisiones… y a compadecer y conmoverte ante el dolor, que es lo único que es políticamente útil”, reflexiona. Pero la cultura de España ¿es de izquierdas? “Sí. No sólo es de izquierdas en España, sino que la cultura en general es de izquierdas. Y creo que España es de izquierdas, que lo sigue siendo, a pesar de que en los últimos años se hayan producido confusiones demoscópicas y electorales. España es un país de izquierdas todavía y mi generación, hasta que muera, lo seguirá siendo por razones históricas”, sostiene. “La izquierda y la empatía tienen mucho más que ver que la derecha y la empatía”.”
Lo único interesante de este penoso artículo y de las declaraciones del director del evento exliterario es lo revelador que resulta de cómo la ideología socialdemocrata, al servicio de la partidocracia, en sus variadas manifestaciones (ideología de género, feminismo misándrico, y corrección política) se pretende apoderar de una manifestación artística como la literatura, en la que han destacado hombres y mujeres -cierto que en menor número- a lo largo de la historia (Puede señalarse que en otras artes como la pintura o la música la brecha parece aún mayor).
Por una parte, creo que les hubiera resultado extremadamente chocante a escritoras como Emilia Pardo Bazán y Rosalía de Castro comprobar que se establece una cuota de participación en un congreso literario por los atributos sexuales del artista, y no sólo esto, sino también en relación inversamente proporcional al tamaño de éstos; en efecto, se desdeña la participación de escritores “cipotudos”, es decir, los dotados de un buen “cipote” al modo del “cipote de Archidona” celiano, con lo que la autora del artículo se amolda a la vulgaridad rijosa del Nobelado autor gallego, espejo en su tiempo de un machismo desacomplejado. Contradicciones del feminismo de cuota.
Por otro lado, el director del Festival, cuya expresión escrita espero que no sea tan anacolútica como la oral, nos descubre, en sus declaraciones, que la literatura sirve, según él, para fomentar el relativismo -tan opuesto a la vieja ortodoxia marxista- paralizante en lo intelectual y lo moral, que desemboca necesariamente en un sentimentalismo irreflexivo y fácilmente manipulable desde los poderes estatales. “Conmoverte ante el dolor, que es lo único que es políticamente útil”, dice, pero, ¿útil para quién?; pues, sin duda, para esa “izquierda” que identifica con la “cultura”, términos que no alcanza a precisar, sino a repetir como un mantra de su indigencia intelectual. Esa “izquierda” que aparece en su balbuciente discurso no es más que la falsa izquierda de la partidocracia actual -a la que el director pide, cómo no, más subvenciones para una próxima edición-; izquierda aliada de la clase reinante económico-financiera, que ha eliminado a los parados de sus discursos, y que pretende vestir falsos ropajes de progresismo para ocultar que lo único que le interesa es perpetuar sus intereses oligárquicos tras haberse apoderado e identificado con el Estado.