La transición pactada, sin ruptura
Los herederos directos de Franco, es decir, Juan Carlos que fue puesto por Franco y Suárez que fue puesto por Juan Carlos, diseñaron, a través de personas capaces, las primeras votaciones tras la muerte de Caudillo.
Esa fórmula proporcional de partidos estatales con listas cerradas es la que decidieron utilizar en 1977. De aquellos resultados, y de cara a la galería, saldrían los redactores de la Constitución. En realidad, ni se hizo una Constitución, ni se hizo más que añadir concesiones y brindis al sol a una estructura ya pactada, ni se respetó siquiera el resultado de las votaciones, de suerte que, tras el reparto proporcional de redactores, socialistas y populares cedieron plazas a comunistas y catalanes.

Pero, aunque lo importante fue que los españoles no eligieron nada y que nos instalaron una partidocracia, hay algo escandaloso que muestra claramente la foto adjunta.
Los socialistas más cínicos e inteligentes, como Alfonso Guerra, advertían al Gobierno de Suárez en 1978, antes de que ese texto de traidores fuera ofrecido a los españoles para que lo aprobasen, que, tras el resultado del Referéndum (plebiscito en realidad), y si en este ganaba el Sí, Suárez debía convocar nuevas votaciones para que el presidente del Gobierno fuera legítimo y elegido por los españoles.
Argumentaba, no sin razón, que Suárez era presidente por las leyes franquistas -que ni siquiera respetaron-, y que las votaciones del 77 se habían decidido de la misma forma. Una vez que en 1978 los españoles decidieran, supuestamente, unas nuevas reglas de juego para organizar el poder, contrarias a la dictadura y garantes de la democracia, el nuevo presidente debía ser nombrado con arreglo a ellas.
Suárez, que había dejado caer que no serían necesarias, terminó convocando votaciones generales, ahora sí “superlibres”, para 1979.
La cuestión es que las elecciones siguieron exactamente el mismo método que cuando no había Carta Otorgada. Lo mismo valían para una Constitución que para unas votaciones legislativas franquistas o postfranquistas. Exactamente lo mismo que continúa hoy.
Suárez tenía razón. Las votaciones de 1979 no eran necesarias.

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