1976. Trevijano había conseguido unir a toda la oposición a Franco. Había proporcionado al Partido Comunista, y al resto de grupos contrarios al continuismo del Régimen, una posición de fuerza y dirección política que no tenían.
Solo había dos posiciones, los que querían la democracia y los que pretendían una oligocracia pactada con los herederos de Franco.
Sabía que los socialistas y algunos cabecillas de “izquierda y derecha democrática” querían pasar por la ventanilla de Carlos Arias, es decir, aceptar la Ley de Asociaciones del Régimen, antes incluso de que llegara Suárez. Les había escuchado decirlo en su propio despacho.

el enemigo principal no es el reformismo, sino el oportunismo y que en este momento sólo hay dos partidos: el de la oligocracia y el de la democracia
Recorte de prensa de la época
Les advertía claramente que no se podía estar a las duras y a las maduras. Que quien quisiera hacerse franquista no podía continuar en la oposición.

El resultado lo conocemos. Los cabecillas del PSOE, que ya habían conseguido que Fraga metiera en la cárcel a Trevijano, prepararon con la ayuda de Suárez la difamación que le apartó de la vida pública.
Inmediatamente después, Suárez anunció la Ley para la reforma política y todos se apresuraron a aceptarla, aún sabiendo que la difamación a Trevijano había sido eso, una difamación.
La prensa, absolutamente controlada por los franquistas a través de los hermanos Ansón, o de nuevos diarios como El País (fundado por personas del Régimen como Fraga o Cebrián), contribuyeron decisivamente a la difamación y a la Gran Mentira del paso a la democracia, que fue, como todos deberíamos saber, el paso al Estado de Partidos que aún seguimos soportando.

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