El funcionamiento del Estado de partido español hay que entenderlo dentro de la lucha política partidocrática de la Unión Europea en la que está integrado. Comprender los motivos de la partidocracia alemana y francesa que imponen su “gobernanza” a los mismísimos gobiernos partidocráticos nacionales ,y a sus poblaciones súbditas, es comprender también el funcionamiento de la partidocracia nacional, pues ésta no es nada más que una marioneta de aquella. Esta visión global del funcionamiento de la partidocracia nacional coloca en una ilegitimidad mayor a la clase política española, italiana, portuguesa y griega, ya de por sí ilegítimas por no consagrar en sus “constituciones” una verdadera separación de poderes en origen y una auténtica representación política en sus Cámaras de representantes o parlamentos, pues ya no se trata de que no exista libertad colectiva, lo que ocurre ahora es mucho peor: Es que la oligarquía financiera nacional – o partidocracia nacional- es eliminada o subsumida en una oligarquía europea o partidocracia europea que, en el fondo, es alemana y francesa exclusivamente. Como en las muñecas rusas contenidas unas dentro de otras así están las partidocracias o gobiernos del sur de Europa respecto a la partidocracia o “gobernanza” de la Unión Europea. No es que se ceda la soberanía nacional española o italiana a una partidocracia europea, no, no es eso, es mucho más grave. La poca “buena dirección política”( “eutaxia” la llaman los buenistas ) que el jefe de partido estatal próximo ( ¿ Rajoy? ) pueda dar a su gobierno de carácter “ nacional” estará supeditada al mandato imperativo ( por cierto, ilegítimo según la CE-78) de un gobierno partidocrático europeo que velará por los intereses, no de España, sino de Alemania, alegando que los “intereses de Alemania son los de España”…pues hay muchísimos alemanes en las Islas Baleares…y razonamientos por el estilo que serán repetidos por los tertulianos cómplices de la partidocracia en sus emisoras, periódicos y televisiones. En las últimas semanas hemos podido comprobar dicha gobernanza partidocrática europea en acción: Bruselas no puede permitir que los gobernantes partidocráticos del sur le intenten engañar lo más mínimo pues está en juego las finanzas de los grandes bancos y empresas alemanas y francesas, así que han sustituido la marioneta griega ( Papandreu), que al igual que Pinocho había intentado tomar vida democrática con eso de “ proponer un referéndum o plebiscito” a su nación para que aceptara nuevos recortes de derechos sociales, por otra marioneta de parecido nombre que se comprometa con mano dura a implementarlos en las carnes de los nacionales griegos. “¡Hasta ahí pudiéramos llegar, por Dios, una consulta al pueblo!” dijeron los “ gobernanzos” de Bruselas. De igual manera hicieron con ZP y PP en España. Aquí no hubo problema alguno, ni de conciencia ni mediático, para reformar la “constitución” de 1978 de ( y con) “prisa” y corriendo en el sentido de que los españoles pagarán antes a los bancos europeos toda la deuda originada por la corrupción partidocrática de años, que las pensiones de sus mayores o los hospitales para sus niños, aunque eso suponga para la nación española la miseria, la desintegración e incluso la guerra civil, además de la pérdida total de la más mínima dignidad de lo político. Antes los “garbanzos” de la clase política que la vida decente de la Nación española, obviamente. Ante tan evidente servilismo de la partidocracia española reflejado en el actual artículo 135 de la CE-78, Merkel & cia, no vieron necesario hacer lo que han tenido que hacer en Portugal , Grecia e Italia…esperarán al 21N pues el nuevo representante de la partidocracia español tendrá que jurar los mandatos de la gobernanza de Merkel. En el país de los Apeninos, el, hasta hace tres días, simpático y “machote” Berlusconi, que entró en la política italiana, hace más de tres lustros, con la esperanza de regenerarla de la corrupción, se ha convertido en apenas dos semanas en un déspota al estilo de Nerón que habría que cambiar de inmediato. Y así se ha hecho. Los acontecimientos políticos lo muestran: la partidocracia nacional depende de la partidocracia de la UE. La ilegitimidad de la clase política es más profunda de lo pensado y de ahí el carácter excepcional, en lo científico y en lo revolucionario, de la obra Teoría pura de la República de Antonio García-Trevijano, pues a los libros segundo y tercero de la misma en los que analiza magistralmente el factor republicano y la teoría de la República en sentido positivo, añadió en el libro primero la etiología de la PARTIDOCRACIA en toda EUROPA, es decir, la denominada “ Revolución Francesa” y sus consecuencias; así como la recuperación del Estado de partidos en el área de influencia de EEUU en Europa después de la segunda guerra mundial contra el nazismo y el fascismo, para poder entender en su origen la situación global en Europa consistente en el rapto y secuestro de la Libertad colectiva por parte de la partidocracia. Y no me resisto, por tanto, a citar a don Antonio García-Trevijano cuando – en la página 471- hablando sobre la representación política auténtica en las futuras mónadas electores de la República Constitucional, recuerda cómo la política como concepto mismo degeneró en simple cratología oligárquica y financiera: “Desde el Directorio francés, la política se limitó a la conquista del poder estatal (- y mantenimiento del mismo hasta donde permita la gobernanza de Bruselas -, añado) por categorías de personas cristalizadas en clase política, al servicio de las oligarquías financieras dominantes en la sociedad ( -europea-, añado ahora yo).” Visto lo cual, tanto en el terreno de los hechos políticos como en el de la ciencia política: ¿Piensa el iluso votante español, ratificador de unas listas de partido estatalizado y estatalizantes, que el próximo 20 N podrá “quitar un gobierno y poner a otro que acabe con el paro”? ¿Piensa- es un decir- el inocente pueblo español que irá a votar en unas urnas para “elegir a verdaderos representantes suyos”? ¡Pero qué iluso ¡ Si es necesario, Rajoy – aunque gane con mayoría absoluta- será sustituido por otro político de la partidocracia en cuanto intente hacer algo por la nación española frente a los intereses de la gobernanza del euro! Afirmo, por tanto, que el próximo 20 N no sólo no se elige a los representantes de los electores – pues se trata de una ratificación de un grupo de amigos provinciano del jefe de partido estatalizado que no darán cuentas a los votantes-, sino que tampoco se podrá cambiar la política económica con otro miembro de la partidocracia en el gobierno nacional, es decir, que el próximo 20N tampoco cambiaremos en realidad de gobierno. La impostura política es total. El próximo 20N ni se elige al Parlamento de representantes legítimos ni se elige al gobierno legítimo, ni tan siquiera “indirectamente”. Además de que no hay separación de poderes y por esa razón mínima no se debería participar en esas votaciones de ratificación partitocrática. No hay nada que hacer con una partidocracia estatal que ya hasta ha dejado de ser nacional, salvo romper las cadenas de la servidumbre voluntaria que nos unen a ella, empezando con la abstención activa el próximo 20N. La gobernanza del euro perfecciona la corrupción del Estado de partido nacional y se aproxima más todavía a la reciente historia de la extinguida URSS. Al igual que el totalitarismo de la URSS se colapsó a pesar de la Perestroika, también la partidocrática UE y su gobernanza se colapsará por el empuje de la libertad encarnada en la población cuando racional y conscientemente se dirija al fundamento de la situación. Si el fundamento del régimen político de poder partidocrático es mantener una supuesta legitimación “ democrática”, es evidente, que dicho fundamento no existe en la realidad, por lo que la batalla pacífica por la legitimación democrática se ganará, más temprano que tarde, por parte de los nacionales en cuanto todos – sin distinción de ideología, raza y credo- nos pongamos en Movimiento, como verdaderos Ciudadanos, exigiendo la Libertad Constituyente y una República Constitucional, único fundamento legítimo del Estado y del Gobierno.