A pesar de que el nuevo y flamante Presidente del Gobierno, Sr. Rajoy, no se cansa de repetir que el Gobierno sabe lo que hay que hacer y lo va ha hacer, en un desaforado afán por transmitir seguridad a una ciudadanía tan confusa como atónita(aunque nadie sabe que es lo que dice saber el gobierno ni sabemos que es lo que hará); cada día nos desayunamos con noticias pavorosas sobre la marcha de la economía. Los mercados no escuchan ni los ciudadanos entienden; los ejes de comunicación elaborados por los especialistas en marketing político ya no funcionan.

Lo cierto es que lo único que hasta ahora se viene aplicando es la reducción de salarios y plantillas, y el aumento de los horarios laborales; mientras miles de millones fluyen a las arcas expoliadas de bancos y cajas de ahorro incapaces, a pesar de ello, de hacer que el crédito reavive la actividad.

Los sindicatos de Estado ya han oficializado esta peculiar doctrina económica al afirmar el Secretario de UGT que, ante la disyuntiva de mantener los puestos de trabajo o la capacidad adquisitiva de los salarios, se opta por lo primero en detrimento de lo segundo. Trabajar más por menos. Pero las cifras del paro no dejan de crecer. Así que, en realidad, cada día trabajan menos, con salarios más bajos.

El miedo de los que tienen empleo a perder su puesto de trabajo propicia que se acepte semejante idea. Nunca Milton Friedman hubiera imaginado que unos sindicatos, que se proclaman de clase, se convirtieran en aliados de sus doctrinas. Así las cosas, cabe la posibilidad que todos nos convirtamos en becarios o los sueldos se califiquen como los bonos basura.

Quizás llegue también el día en que estos sindicatos acepten su privatización, momento a partir del cual, al dejar de percibir las subvenciones oficiales y mantenerse únicamente de las cuotas sindicales voluntariamente satisfechas por sus afiliados, descubran que sus actuales postulados miltonianos son una barbaridad contra los intereses de los trabajadores y los de la sociedad en general.

No son simples agoreros los que informan de que caminamos hacia la recesión, populares y socialistas, “neoliberales de Estado” y “neoprogresistas de Estado” no discrepan en este asunto. La economía española decrecerá en el 2012 un 2,2%. Es decir, entrará en recesión.
También nos dicen que el número de desempleados crecerá, que posiblemente se llegue a los 6 millones. Pero aventuran que en el 2013 se iniciará una lenta, pero inexorable, marcha hacia la recuperación.

No hay nada peor que los administradores de esperanzas. Nuevas promesas de brotes verdes, la arcadia feliz a la vuelta de la esquina, aunque nadie sepa si esa esquina existe o sólo es un artificio retórico para aplacar los impulsos de la desesperación. Argucias del miedo a perder el privilegio frente al miedo al hambre.

Mientras llega la ansiada recuperación, o no nos enredan en un siglo de decadencia, la tragedia alza su telón todos los días en las hogares de más de 5 millones de españoles expoliados y deshonrados por una clase política solo comparable a los Hunos, pues donde ellos han puesto su mano, han sentado sus reales, no han dejado ni una brizna de decencia y han cegado el futuro.

El iceberg de la corrupción, que ahora asoma con dificultad en los tribunales, explica por si sólo la naturaleza del régimen político que gobierna España desde la Transición, la Monarquía parlamentaria de partidos de Estado. La gran mentira aliñada mediáticamente. La impostura mantenida contra nosotros con nuestros propios impuestos.

Son esos mismos partidos y sindicatos, que han arruinado el Estado y todas sus administraciones, los que nos anuncian la recesión insoslayable y auguran una incierta recuperación, mientras el torrente cotidiano de calamidades no cesa.

Es una locura que nos arrastra a más locura, nos hace presas del miedo para apartarnos de la senda de la Libertad, él único camino para salirnos de sus entuertos.

Cinco millones de ciudadanos españoles malviven en recesión desde hace ya demasiado tiempo; a los que aún conservan el empleo se les aplica el trámite del miedo. Todo está medido: La recesión nos da el miedo que sostiene a la clase política que nos empobrece día a día.

El miedo es la máquina perfecta para quienes obtienen ganancia negando la Libertad de todos.

Fotografía de yalescientific.org

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