Para Ihering “la defensa del derecho es un deber que tenemos para con la sociedad” y “Resistir a la injusticia es un deber del individuo para consigo mismo, porque es un precepto de la existencia moral; y es un deber para con la sociedad, porque esta resistencia no puede ser coronada con el triunfo, más que cuando es general.”
Para Antonio García-Trevijano, en el mismo sentido pero más allá, el fundamento de la libertad individual es la libertad colectiva. Sin personas, no hay sociedad, pero sin sociedad, no hay personas, el hombre aislado no puede tener conciencia de su libertad. No hay libertad individual alguna, si no hay libertad política colectiva. No podemos pensarnos aisladamente, como un Robinson. Luego los derechos nos los concedemos entre nosotros o no son verdaderos derechos, sino que son facultades otorgadas por Leviatán, el Estado absoluto, la oligarquía de turno, que se superpone a todas las personas que componen la Nación mediante su legislación positiva, que presenta como único derecho posible.
La libertad política es una facultad de todos los ciudadanos adultos para elegir controlar y deponer a las personas que han de ocupar los cargos políticos en el Estado, sin delegar esa función en ningún principio o factor intermedio, al contrario de lo que ocurre en los Estados de Partidos, como es el régimen español. La libertad política es libertad de con todos. Es libertad colectiva para sí y por sí misma. Es libertad como medio y como fin, porque es la consecuencia de la verdad política legitima, la que se conforma con todos. Porque la libertad política colectiva es la fundadora del verdadero derecho, el que nos formamos entre todos, y si no la hay, solo habrá facultades concedidas por el Estado, que lo mismo que las han concedido, lo mismo las pueden sustraer arbitrariamente, sin que la Nación (todos) tenga nada que decir al respecto, salvo acatar o rebelarse.
¿Es moral entonces que en un periodo constituyente, se considere este un momento pre-jurídico y se pueda disponer arbitrariamente de, sin límite alguno, cualquier norma y derecho vigente que por el órgano gestor del sujeto constituyente en cuestión se considere arbitrariamente, es decir, como si fuera un dictador presidencialista absoluto del periodo constituyente, tal y como sostienen los defensores del “Demos” concebido por Carl Schmitt?
Sera la moral del poder y de la autoridad absoluta del Estado, del darwinismo social, en todo caso. El poder absoluto que elimina transitoriamente el derecho que le interesa a la oligarquía que cope el poder en ese momento, con la excusa de que nos encontramos ante un periodo constituyente, y que, por lo tanto, destruye el derecho consolidado hasta entonces para determinados colectivos, aunque fuera concedido; así como la libertad colectiva, al excluir a determinados colectivos de la nación; y, por lo tanto, en fin, a la propia nación que se dice defender.
“Cuidado entonces con los esquiladores, porque allí donde hay un rebaño, habrá necesariamente también esquiladores y aprovechadores del rebaño” porque “al divinizar las cosas humanas, los idealistas llegan siempre al triunfo de un materialismo brutal. Y esto por una razón muy sencilla: lo divino se evapora y sube hacia su patria, el cielo, y lo brutal queda solamente en la tierra” y si lo que se diviniza es la ciencia, ella “es tan poco capaz de aprehender la individualidad de un hombre como la de un conejo. Es decir es tan indiferente para una como para otra. No es que ignore el principio de individualidad. La concibe perfectamente como principio, pero no como hecho.” (Bakunin).
Materialismo, pero sin divinizar o idealizar a la ciencia, que por sí misma, no aporta valores que valgan. Porque los valores no son, los valores valen, o no valen, como decía acertadamente Carl Schmitt en su gran librito “La tiranía de los valores”. Pero, claro está, disintiendo de sus valores y de su resultado, porque, ya ha pasado históricamente (Alemania, Japón, etc), si el valor que impera es la destrucción del diferente, tendrás tu propia destrucción y la de la Nación entera.
El estado es constrictor por naturaleza, pero hagámoslo todos, como sujeto constituyente. Es la única forma de poder controlar al Leviatan-Minotauro estatal, que siempre tenderá a ser absoluto, en beneficio de una oligarquía. Con representación verdadera por diputados de distrito y separación de poderes de origen, con distintas elecciones para el Ejecutivo (Gobierno) y el Legislativo (Nación), de acuerdo con la libertad política colectiva constituyente, es decir, de con todos.
Concluyendo, y en palabras de Antonio Garcia-Trevijano: “La libertad que acaba donde empieza la de otro no es libertad política colectiva. (…) Ni el liberalismo ni el socialismo comprendieron que la libertad política, en tanto que libertad colectiva y simultánea, no es una libertad más entre las personales (votar) o de clase (huelga), sino la libertad de constituir el poder político con ella. Un tipo de libertad fundadora, fundante y fundamental que no es libertad de o para, sino libertad creadora y mantenedora de un sistema de libertad política.”
Libertad colectiva, de con todos. No de amigos y de enemigos que deban de ser excluidos por la ideología que por turno de reparto del poder campe a sus anchas arbitrarias, sin límite alguno que valga.
Porque si individualmente “todo individuo atacado, defiende en su derecho las condiciones de su existencia moral” (Von Ihering), pero a la vez la defensa del derecho es un deber que tenemos para con la sociedad, porque el derecho de ese individuo concreto es todo el derecho y defendiéndolo, defiende el derecho de toda la sociedad que ha sido lesionado, al ser lesionado el suyo, lo mismo pasa con la libertad política colectiva, que es la única fundante del verdadero derecho de con todos. Y por lo tanto, es un deber moral defenderla, propagarla y luchar por ella, como verdadera fundante de nuestros propios derechos, en sentido propio.

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