Alfred North Whitehead Jürgen Habermas ha desarrollado un argumento convincente, mediante una crítica que incorpora las principales constelaciones de la así llamada filosofía postmoderna –más que nada francesa–, y desde un punto de partida alternativo al de la metafísica clásica (oriental u occidental), en torno a la prioridad de la filosofía, no ya en tanto que madre de las ciencias, sino en cuanto que es la forma por antonomasia de aglutinar lo universal del conocer. No obstante, también resulta evidente que la filosofía no es para todo el mundo. La inclinación hacia lo teórico es específica de ciertas personalidades y disposiciones, y aunque a ellas se les antoja diáfano que sus investigaciones corresponden con un orden universal, el acontecer del mundo, por ser lo más inmediato, será siempre lo que mueva nuestros cuerpos, mentes o espíritus en una u otra dirección. Si lo teórico tiende hacia lo universal es porque constituye un reino en sí, como Santayana demostró en su primera entrega de Los Reinos del Ser, y como los matemáticos han sabido desde el principio de los tiempos. Lo cual no es más que una nueva confirmación de aquélla célebre sentencia de Whitehead: “La filosofía occidental no es más que una serie de notas a pie de página a la obra de Platón”. Mas el hecho es que las matemáticas, las esencias y la belleza de lo ideal dejan completamente fríos a la mayor parte del género humano. Y las distintas disciplinas del conocimiento serán perseguidas por distintos temperamentos. En cambio, aunque a menudo hundidas en lo que La Boétie llamó “servidumbre voluntaria”, nada despierta en todos, sin excepción, más interés que el acontecer político. Hasta el “a-político” tiene una opinión política sobre lo que sucede, o se siente llamado a tenerla – aunque sea como la razón de su retiro. El ermitaño mira el mundo de reojo, pues sabe que su peculiar desprendimiento depende de condiciones que le sobrepasan, esto es, del devenir político. De ahí que no quepa más remedio que actuar. Y se nos ofrece, tras largos y numerosos siglos de errores e intentonas, un modo inteligente de hacerlo para apuntalar un sistema político cabal e íntegro. Porque partiendo de la libertad de acción colectiva aspira a la democracia y entretanto denuncia su ausencia.