Leopoldo Calvo Sotelo (foto: leopoldo2006) Han exhibido con petulancia unas trayectorias democráticas inexistentes o adulteradas, para recubrir con una pátina de respetabilidad la descarnada ambición y el oportunismo de los figurantes de la Transición. Henchidos de responsabilidad, renunciaron con diligente rapidez a valores en los que nunca creyeron, y que resultaron inconvenientes para su patológico afán de mando.   No experimentaron sacudidas morales cuando negociaban el reparto del botín estatal con los lacayos de la dictadura. Situados coyunturalmente en campos diferentes, pero no opuestos, el arribismo compulsivo de unos y otros, acabaría uniéndolos en horrendo maridaje.   El perdón político o el pacto de silencio, adquieren rasgos de ensañamiento contra el decoro moral de un pueblo, cuando ni siquiera hay un leve arrepentimiento de los verdugos. Y esa claudicación de la justicia, esa arrogante impunidad de los violadores de los derechos humanos, fue presentada como una reconciliación (sadomasoquista).   A los colaboracionistas o servidores de la dictadura no les bastaba con el blanqueo de su tétrico pasado. Además, se incardinaron en la remozada estructura del Poder, engrosando los partidos constitutivos del Nuevo Orden Nacional. Era previsible que tuvieran la humilladora insolencia de proclamar la excelsitud del restablecimiento de unas libertades, que ellos mismos habían reprimido unos meses antes. Pero que esta caterva de liberticidas se enorgulleciese de haber contribuido a otorgarnos la democracia, sigue siendo la jactancia de una falsedad estruendosa.   Las exequias a Calvo Sotelo han estado preñadas de confusión, manipulación y cinismo. Pedro J. Ramírez, que se refiere al quinquenio de la UCD como si se tratara del mismo Camelot, podría recordarnos como el ex presidente fallecido, dinamitó aquel conglomerado de ex franquistas  convocando unas elecciones anticipadas para dar paso triunfal al PSOE. Ni siquiera las melifluas tergiversaciones de Victoria Prego pueden disipar las tinieblas del 23-F: el propio Calvo Sotelo declaró que sólo se conocería lo sucedido “si algún día gentes que estuvieron en ese juego, en el encuentro con Armada en Lérida, escriben con veracidad”. Por último, el cinismo cebrianesco es inherente a la mascarada progresista.

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