Wenn sich stille der Tag neigt  Iste in Gutes und Böses  bereitet

Cuando silencioso el día declina están preparados un bien y un  mal.

Georg  Trakl.

Odiseo, el Ulises romano, supo por un oráculo que si embarcaba con los otros jefes aqueos  a destruir Troya, no volvería sino  “hasta  el vigésimo  año, sólo e indigente“, con el cuerpo cansado y la desconfianza agarrada a su corazón por el adulterio de Penélope. Así que cuando supo que  Agamenón, Menelao y  Palamedes  se acercaban a Ítaca para hacerle cumplir el juramento que  había  hecho, junto a los otros jefes,  de  defender  al  marido  de Helena  de cualquier  agravio,  se fingió loco.  Su locura era echar sal al surco de tierra que araba, con un buey y un asno uncidos. Esa sal  prefiguraba la que los mares le tenían deparada  cuando  intentara volver a Ítaca, una vez destruida Troya.

Ulises araba con un sombrero puntiagudo en la parte superior, un sombrero de iniciado en un saber arcano, el sombrero  Cabiro, que también  en las noches secretas  se ponía Palamedes.

Estaban, pues iniciados los dos en un mismo saber.

Pero la guerra de Troya no admitía dilación, las velas ya soplaban en Áulide  como toros bufando, las rodillas de los Teucros, los troyanos, lo mismo se afianzaban con el valor ,que se les aflojaban los tendones por el miedo.  Así que Palamedes aceptó el reto  y agarró al niño, que era entonces Telémaco, de los brazos de su madre y lo arrojó delante del arado que se precipitaba ya sobre el surco .  Entonces se detuvo el rey de Ítaca. La simulación no tenía ni una arada más. El destino de Odiseo  volvía a estar junto a los jefes griegos, pero su odio  no había hecho sino empezar.  Para este héroe la simulación no tenía límites. El héroe no era sino una manera de ser prudente en medio de la tempestad, creyendo que la mucha capacidad de ardides es la verdadera fuerza del hombre. Aceptaba la derrota pero no declinaba la venganza.  Aprendió que todo se puede  simular, fue preparando su mente para cuando llegara el momento de hacer pasar la verdad por una simulación, y el momento llegó.

 Cogió un prisionero troyano y le dio una carta de Príamo, el rey de Troya, una carta falsa  para un Palamedes  verdadero.  En esta carta se ponía precio a un acuerdo mutuo.  El mismo Ulises mató  al prisionero y  luego,  como en los crímenes llamados perfectos que no lo son , hizo que  la carta  fuera descubierta .  Esa carta era la acusación contra Palamedes , que incauto no estaba  preparado para ella.

“Busquemos en su tienda “-dijo el gran urdidor de ardides,  Ulises- y efectivamente allí estaba el oro que él mismo había colocado. Las piedras cayeron sobre Palamedes. Algunos  le escucharon unas postreras palabras acerca de la verdad y la muerte.

Dicen que antes que Sócrates el primer justo que murió fue este Palamedes, del que Homero hace silencio. Como esta es una Historia de la estupidez decimos con propiedad que fue el primer estúpido de renombre, porque no supo darse cuenta de que a la vez que demostraba el engaño de Ulises creaba su mayor  enemigo. Se quedó quieto,  permitiendo que el astuto Ulises lo envolviera en una red  preparada para su perdición , confiado en que la nobleza de  la empresa era más fuerte que las artimañas de la mente y el  odio, creyendo que los griegos nunca  creerían  una monstruosidad  tal. Se equivocó. Fue un estúpido.

  Zoilo  Caballero  Narváez

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