Hay una cosa* por la que ZP o Rajoy nunca discutirán. Se la han ‘agenciado’ desde la Transición y no van a soltarla así como así. Esa cosa*, ¡oh casualidad!, es la madre de todos los corderos; su secuestro por los partidos, causa la corrupción y es la fuente en la que esta bebe todos los días. Está garantizado, tanto con Rajoy como con Zapatero, con Más y Montilla, y con quien ustedes quieran, que: gane quien gane, no nos va a dejar elegir DIRECTAMENTE a nuestros representantes. Seguirán, los aparatos de los partidos, negándonos la LIBERTAD para elegir*. Y mientras eso siga así, garantizamos la corrupción, el despilfarro y la crisis sistémica que vivimos. La cosa* seguirá igual. Todo lo que se denuncie sobre los políticos, la casta endogámica que han construido, su permanente traición a la sociedad civil, el pelotazo de un concejal de urbanismo… lo que se les ocurra, da igual; sea lo que sea, les aseguro que es una variante, facción o derivada de la ausencia en nuestra sociedad de la libertad colectiva de la que les hablo. Todo tiene su origen en el secuestro de la libertad política* por los partidos. No hay tutía. Y mientras la sociedad civil (al menos una parte), no sea capaz de ver la fuente o causa del problema, es imposible darle una solución. ¡Es la hora de la libertad! Queremos elegir, no votar. Pero no se trata de elegir por elegir, no, no se confundan; la balanza estaría incompleta. Lo que más anhelamos, lo que de verdad echamos de menos, más aún que elegir a nuestros representantes, es tener la potestad para echarlos cuando nos traicionan. Si se corrompen o son desleales con sus electores, ¡a la calle! No hay tutía. Libertad política es aquella que permite a los gobernados elegir y deponer a sus gobernantes. Es fácil caer en el error de considerar la libertad política como una consecuencia natural de las libertades civiles (como la libertad de expresión, de asociación, etc.) e identificarla con el derecho al voto. Nada más lejos de la realidad. La libertad política presupone la existencia de libertades civiles, pero no a la inversa: la existencia de libertades civiles no garantiza la libertad política. Para asegurar la existencia y permanencia de la libertad política en una verdadera democracia, los mecanismos necesarios deben estar incorporados a las reglas recogidas en la constitución (separación de poderes y representatividad).