Antes de decirlo en el “Estado de la Unión” (“Mi deber, y el deber sagrado de cada funcionario electo en esta Cámara es defender a los estadounidenses… porque los estadounidenses también son soñadores”), Trump lo dijo en Davos (“Yo pongo América primero y los demás deben hacer lo mismo con sus países”), aunque aquí no se oyó porque los discursos de Trump los escriben hackers rusos, y la prueba es esta andanada trumpiana contra España, cuyos covachuelistas roen la Cruz de Callosa de Segura y ponen velas al Estado (“de derecho”, ¡por Dios!):
–In America, we know that faith and family, not government and bureaucracy, are the center of American life. The motto is’ in God we trust.
Nuestra cultura política se ve (se oye) en la radio, donde, sin cambiar de emisora (¡ni de locutor!), a las siete de la mañana Felipe VI es “monarca constitucional”, como Luis XVI; a las siete y media, “monarca parlamentario”, como Jorge III (“Granjero Jorge”); y a las ocho, “monarca electivo”, como Don Pelayo. Es la sopa primordial que necesitan para sus chapoteos los abogados del Estado, como María Soraya, que, como tiene una furgoneta camuflada para interceptar a los hackers rusos, se ha quedado con la copla trumpiana:
–Gobernar es pensar primero en tu país –dice ahora María Soraya.
–Usted, que es jurista… –dice Carmena a Villacís en un pleno municipal.
Todos conocemos el espanto de Burke al descubrir que gran parte de la Asamblea francesa estaba compuesta de abogados: “No de magistrados, ni de juristas, ni de profesores…, sino de oscuros abogados de provincia, oficinistas de insignificantes jurisdicciones locales, picapleitos rurales, y toda la tropa de sirvientes de la litigación municipal”.
Cuatro pícaros de Gerona le han merendado la cena al sorayismo, cuyo “gobernar” se reduce ya a lo que Humpty Dumpty (como cuenta el embajador Cardona) explicó a Alicia: sus palabras significaban lo que él quería que significaran porque “lo importante es quién manda aquí”.