Dos son los tipos básicos de ignorantes:
- El que “tiene conciencia de no saber algo o de algo”.
No saber y creer que se sabe algo produce error y equivocación.
Este tipo de ignorancia tiene fácil cura mediante el cultivo autodidacta o simplemente preguntando al que sabe. Permite avanzar en el conocimiento de uno mismo y de las cosas.
Esta ignorancia sólo puede calificarse de culpable si es fruto de la desidia, la galbana o de la falta de aplicación.
- El ignorante más perverso y dañino es el que “conscientemente aparenta lo que no sabe”. Actitud semejante convierte directamente a este farsante en “necio y estulto”.
Es la “ignorancia culpable del necio” de la que hablaba Kant; no el ex-portero de la selección alemana de futbol (Oliver Kahn ); me refiero al filósofo del “imperativo categórico”, que nunca salió de los alrededores de su pueblo prusiano Königsberg; renombrado como Kaliningrado desde la ocupación soviética en 1945.
Este tipo de ignorante es muy peligroso y no merece ninguna consideración. Es culpable de su propia ignorancia y de confundir a los que tienen la desgracia de escuchar sus alocuciones o leer sus escritos.
Destapar y combatir contundentemente y sin piedad a estos ignorantes, es indispensable para conseguir la tranquilidad que proporciona “conocer la verdad”.
Entre la clase política española y especialmente dentro de colectivos como los “tertulianos”, el prototipo que abunda se caracteriza por “ignorar lo que debería saber y creer o aparentar saber lo que ignora”. Además de culpable esta ignorancia es miserable, pesebrera, pancista y nada inocente.
En la práctica esta fauna tertuliana actúa como “mamporrera mediática” de la Monarquía de Partidos Estatales que padecemos. Un ejemplo muy actual es lo que dicen y escriben en España sobre Donald Trump los voceros del pensamiento único socialdemócrata.
Sapere aude, el único antídoto que previene y cura la ignorancia.