González rodeado de simpatizantes (foto: PSOE OTURA) Nuestra coyuntura cultural quiere hacer pasar por ignorancia inevitable lo que es perfectamente remediable. Ello responde en último término, por un lado, a una insuficiente meditación de tipo pasivo allí donde procede: ante los misterios básicos del mundo (origen del universo, de la vida y de la autoconciencia). Y, por otro, a no retornar desde éstos a aquellas cuestiones de las que acaso somos por el momento ignorantes pero que sí pueden y deben investigarse hasta hallar su verdad concreta. A saber, ¿por qué hoy en España hay tan poca cosa digna de llamarse cultura? ¿De dónde procede la vacuidad del discurso de la clase política? ¿Por qué Felipe González no fue juzgado? ¿Qué fuerzas previenen la dilucidación e implementación de una verdadera democracia en tantos países? El pensamiento dominante de la postmodernidad confunde por sistema ambas cuestiones, cualitativamente tan distintas, y se aprovecha de la confusión para sembrar el relativismo moral, la falta de objetividad intelectual y la corrupción institucional. Todas ellas se remontan, en fin, a un falso misterio –ejemplificado meridianamente en el espectral pero irremediable Supertexto derridariano–, y todas ellas siendo ajenas a lo maravilloso de la existencia. Por ello jamás podrán cosechar mies digna de ser repartida entre seres humanos deseantes de la verdad a todo precio y respetuosos de lo que se nos escapa absolutamente. “Ya sabes: el salto, / siempre, pasa sobre tí” (Paul Celan, Compulsión de Luz). Uno cada vez está menos capacitado para decidir si esta cortina de humo fue o no echada intencionalmente, justo porque la postmodernidad se ha convertido en experta en des-subjetivizar al sujeto y así la responsabilidad; en des-moralizar el mundo sin distinguir entre niveles de convencionalidad; y sobre todo en arrojar causas objetivas específicas a una pira de anónima colectividad a la que gustan llamar “contexto”. Así se justifica todo. Mañana cuando tengamos nuestra habitual conversación sobre política caeremos en la cuenta de que las instituciones políticas de las que disfrutamos se deben a que “no pudo hacerse de otro modo durante la Transición”. Y nos enteraremos de que eso se debe al contexto. También comprenderemos por fin que si nuestro sistema de justicia está bloquedo o si no hay representación es por que nadie tiene la culpa. Y así.