La irreversible crisis del estado chavista y el desmantelamiento de la República coinciden con la ausencia de una oposición política organizada para derrocar al régimen. Esta ausencia ha sido aprovechada hábilmente por los operadores de la falsa oposición, que se han presentado en los últimos diecinueve años como la supuesta alternativa democrática y electoral al chavismo, solo para quedar reducida a su mejor agente legitimador.
En otras palabras, no se podría explicar casi dos décadas de pesadilla chavista sin el colaboracionismo abierto y encubierto de una oposición víctima de sus propias debilidades y contradicciones.
El rechazo a las políticas electoreras de la MUD ha forzado a esta franquicia a reinventarse. En realidad, intenta sobrevivir mutando en la marca que se ha vendido como el Frente Amplio, el cual es en esencia la misma MUD, con idéntica estrategia e ideología, pero con otro nombre.
En este reciclaje de la MUD se agrupan toda suerte de operadores políticos camuflados como sociedad civil de sindicatos y gremios controlados precisamente por los partidos de la MUD. Hasta el llamado chavismo democrático e impenitente de Luisa Ortega Díaz y Miguel Rodríguez Torres tienen un espacio en esa “tizana”.
Esta franquicia de franquicias, la MUD/Frente Amplio, anunció hace unos días una “metodología” (¡Otra!) para hacer acuerdos nacionales y sectoriales en lo que ellos consideran doce áreas importantes. Aquí estamos frente a un nuevo intento de propagar ilusiones y falsas esperanzas con el único objetivo de recuperar parte de su perdido prestigio y credibilidad.
El documento en referencia tiene un insoportable tufo a programa de gobierno para una campaña electoral propio de la socialdemocracia. Anuncian comisiones de trabajo donde cualquiera, con criterio o sin él, con poder o sin él, podría acercarse a dejar “democráticamente” su opinión. Allí abundan en forma hemorrágica palabras que por su abuso terminan siendo lugares comunes: acuerdo, gobernabilidad, políticas públicas, transición, etc., etc.
En la introducción del referido documento se admite que Venezuela está destruida. Muy bien, en eso estamos de acuerdo. Pero luego, sin previo aviso, saltan a un catálogo de tópicos sobre los que, según ellos, habría que llegar a acuerdos para una política de largo plazo. El documento de la MUD/Frente Amplio ni siquiera intenta resolver la cuestión fundamental que se plantea en el primer párrafo del documento: Venezuela está destruida, es una república sin instituciones y en vías de disolución. ¿No habría que resolver primero el asunto de reconstruir la república y su régimen político antes de ahogarse en una hemorragia de retórica y demagogia distribuida en mesas de trabajo? Sobre eso no dicen ni pio.
No menos grave es el hecho de que ese documento está montado sobre la premisa de la transición por la que tanto aboga la MUD. Esto no sería otra cosa que un proceso de cohabitación con estructuras del chavismo para cambiar unos funcionarios del gobierno por otros, dejando intactas las mafias políticas financieras y militares con poder para someter a los nuevos funcionarios y su lista de buenas intenciones.
La MUD/Frente Amplio siempre ha promovido la política de respetar celosamente la constitución chavista de 1999, desde donde ellos piensan que podrán recrear un estado paternalista pero más inclusivo; o sea una especie de chavismo sin Chávez, uno pero con rostro humano. Lo que no entienden es que al intentar convivir con esta constitución (o la que apruebe el régimen este año) y las mafias políticas, financieras y militares, están dejando la puerta abierta para que —por las grietas de los acuerdos nacionales, los consensos y el fundamentalismo democrático— el chavismo regrese nuevamente al poder. Y este es un tema crucial que se debe abordar en la víspera con los poderes fácticos, pero claro no en las comisiones de trabajo de la MUD/Frente Amplio.