Cataluña es (políticamente) la cornada de espejo que lleva España.
Junqueras, que tan galanamente tomaba por los hombros al cuerpo de la abogacía del Estado, está en la cárcel.
–¡Hombre, si hubiera declarado que aceptaba el 155, a lo mejor alguna cosa hubiera cambiado! –declara el fiscal Mazas en la radio de Cebrián.
Otro tótem constitucional: el 155, ante cuyo madero no puede nadie pasar con las manos metidas en los bolsillos. Ahora, en vez de jurar bandera, habrá que jurar el 155.
Hasta los podemitas, los últimos en llegar, tienen tan interiorizado el Estado de Partidos como cualquier procurador por el tercio familiar y tocan a rebato para salvar “el consenso de 1978” y “los pactos constitucionales alcanzados por todos los españoles”. (Uno, que ya era español entonces, recuerda haber sido llamado al servicio militar, pero no a pacto político alguno). De los podemitas se esperan gamberradas como la de aquel espectador que en Granada le echó a Rafael el Gallo el pellejo de una “bicha” (y él, agachándose delante del toro, lo cogió y se lo metió en la cintura para seguir la faena), y ya ven: a Errejón, que con la cosa de la beca “black” pasa por ser el más espabilado, le faltó tiempo para pedir en Twitter “el indulto” para los hombres de Junqueras, puesto que Puigdemont huyó a Bruselas para enrolarse en los tercios del duque de Alba.
–¡Bastante paciencia ha tenido el Estado de Derecho! –contesta en la radio el fiscal Mazas, compendiando, sin saberlo, un Régimen de cuarenta años.
¡De la ceja alta de María Soraya (Ruano habló de la ceja alta que se les queda a las mujeres cuando se les besa en el hombro desnudo) al párpado caído de Junqueras, el prisionero del romance que ni sabía cuándo era de día, ni cuándo las noches eran, sino por una avecilla que le cantaba el albor y que matósela un ballestero!… ¿Qué fue de tanto galán, / qué fue de tanta invención / como trajeron? / ¿Qué se hizo aquel trovar, / las músicas acordadas / que tañían?