Durante siglos, España ha conocido la traición de sus clases dirigentes. El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) es la máxima expresión contemporánea de esta regla. Pese a su narrativa autoproclamada como la gran defensora de las víctimas del franquismo, lo cierto es que este partido encarna una hipocresía histórica que avergüenza a quienes exigen coherencia y valentía política.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunciaba el pasado 10 de diciembre, durante el denominado ‘Día de Recuerdo y Homenaje a todas las víctimas del golpe militar, la Guerra y la Dictadura’, que su ejecutivo va a impulsar a lo largo de 2025 más de un centenar de actos al cumplirse el próximo año cinco décadas de la muerte del dictador y del inicio de la continuidad de su obra con la llamada Transición. Pero cualquiera que escarbe en los archivos de la oposición al régimen franquista encontrará al PSOE como un fantasma, una entidad apenas perceptible, desprovista de acción significativa.
La resistencia real, aquella que sufrió represión y martirio, estuvo protagonizada por comunistas, anarquistas e intelectuales independientes. El PSOE, por el contrario, permanecía refugiado en la nada, aguardando que otros cargaran el peso de la lucha.
Para comprender esta desidia, basta con revisar el papel del partido durante las décadas más oscuras del franquismo. Mientras otros arriesgaban la vida, el PSOE se limitaba a mantener una presencia testimonial en el exilio, incapaz de movilizar a las masas ni articular una estrategia de oposición contundente. Esa inacción, lejos de ser fruto de la prudencia, fue la expresión de una carencia de voluntad política sólo animada por las potencias extranjeras en el parto de los montes constitucionales del 78. El PSOE se alimentó de la Guerra Fría para ahogar la posibilidad de la ruptura democrática y neutralizar así la amenaza comunista en el oeste europeo.
La Transición, ese pacto indecente entre los vencedores y los herederos de la derrota, fue el momento en que el partido reveló su verdadera naturaleza. Y a pesar de esta historia de claudicaciones, no ha tenido reparo en apropiarse del discurso de la mal llamada memoria histórica
El colmo de esta hipocresía se encuentra en la insistencia en erigirse como guardián de la justicia histórica, mientras desvirtúa y anula las contribuciones de quienes verdaderamente combatieron el franquismo y luego propugnaron la ruptura democrática. El partido, convertido en una maquinaria de poder carente de principios, se atreve a presumir de una lucha que nunca protagonizó.
La historia exigirá cuentas, y en el juicio de la posteridad, el PSOE por su oportunismo y el PCE por su traición a la causa de la democracia deberán responder oportunamente. De los herederos directos del franquismo como Alianza Popular y Unión de Centro Democrático, cobijados luego bajo las siglas del Partido Popular, nada se podía esperar más que su acomodo a la situación que permitió la continuidad de las oligarquías, de la ley a la ley.
Muy oportuno el artículo.El PSOE es solo una franquicia que pasó de unos jóvenes y ambiciosos abogados sevillanos a su actual propietario.
Valiente y audaz, Pedro. No se puede expresar mejor; “herederos de la derrota”, que no tiene nada que ver con “los derrotados”, que fueron otros.
Pedro, como siempre brillante con tu pluma, en el fondo y la forma. Enhorabuena!!