La esencia del poder es mantenerse. Mantener su poder y, al mantenerse en el tiempo, aumentarlo. El poder necesita más poder para mantenerse. Por eso el poder no quiere cambios. Por eso, para mantenerse, debe aliarse con la mentira: para negar su naturaleza más íntima, que no es otra que su deseo de mantenerse y para ello acrecentarse.

Mas, para operar a sus anchas, el poder debe hacerlo en las sombras. ¿Cómo decir a los súbditos o a los electores que los que detentan el poder quieren conservarlo a cualquier precio? No. Dirán que quieren el bien de todos, que desean acabar con los enemigos de todos, que se sacrifican por todos. Por todos los buenos, claro está. ¿Los «buenos»? Los buenos son los que desean que los que detentan el poder hoy lo sigan detentando mañana… Por eso el poder miente. Por eso el poder es maniqueo. Por eso el poder distingue siempre entre malos y buenos… Por eso la verdad será siempre contraria al poder: porque señala el afán de los que lo detentan de seguir detentándolo a cualquier precio. Y de aumentarlo. Y de sembrar la confusión y el cainismo para ello. Y lo que haga falta…

El poder quiere blindar el ahora. Porque en el ahora detentan el poder. Por eso construirá toda clase de presas y de diques para impedir el mañana. Por eso el poder es siempre reaccionario. Por eso es contrario al porvenir y a la vida. El poder es siempre taxidermista: quiere disecar la existencia toda… La política, la economía, la cultura… Pero, por más que le pese al poder, la vida sigue tras las plumas o la piel disecada. Por eso, tras la apariencia de libertad o de cultura, solo existe descomposición pura. Por eso muchos sienten su mal olor, ven rezumar la sanguaza, reniegan del presente y se asfixian… Porque el poder impide el devenir y la vida…

El poder, además de disecar, siempre intenta disfrazarse. Mantener el poder es tiranía: cumple la voluntad de control, riqueza y vanidad de unos pocos y sus secuaces. Por eso se disfraza. Se disfraza de servidor del pueblo: solo se sirven a ellos mismos. La tiranía se llama entonces gobierno del pueblo. A nosotros nos suena porque la llamamos «democracia». La democracia es el mejor de los sistemas: impide que unos pocos se apoderen del poder mediante la vigilancia de los poderes. La democracia es la mejor receta contra el poder y las pasiones humanas que arrastra. Además, supone la elección de representantes que velen por nuestros intereses, no por los suyos (control, riqueza, vanidad). En caso contrario, podemos deponerlos. Sí, eso es lo que necesitamos. La verdad y la vida casan con el sistema democrático. Porque si unos poderes se vigilan a otros, la verdad siempre saldrá a flote. La mentira siempre necesita de un pacto: la democracia lo impide. Y al aflorar la verdad, la vida sigue avanzando, no la taxidermia que quieran imponer los que detenten el poder. El poder político se llama Estado.

Bien, llegamos a la pregunta… ¿Gozamos nosotros de democracia? ¿Los poderes se enfrentan para que prevalezca la verdad o más bien pactan en pro de la mentira que les haga permanecer en el poder (control, riqueza, vanidad)? ¿Elegimos representantes que velan por nuestros intereses o más bien velan por los de ellos mismos y los de sus jefes? ¿Podemos deponerlos al incumplir sus compromisos y promesas? La respuesta es no. Los que detentan el poder son taxidermistas, enemigos de la verdad y, por tanto, de la vida y del libre y enriquecedor desarrollo de la sociedad civil. Los que detentan el poder dicen detentarlo para nuestro beneficio. De nuevo la mentira: lo detentan para el suyo. El amo que se finge servidor. La mentira milenaria…

Bien: si no hay poderes que se vigilen en pro de la verdad y si la elección de nuestros representantes ha sido usurpada por un mero refrendo de unas listas de candidatos serviles diseñada por su jefe, ¿qué tenemos? Pues, técnicamente, una oligarquía de partidos, de partidos de Estado, no de afiliados ni de electores. El Estado, encarnación del poder político, es al que deben fidelidad los partidos de Estado. Porque les da el pan y la sal, y porque es la encarnación del poder, único objeto de los partidos de Estado. Por eso los partidos se alían con la mentira y con las sombras. Por eso son maniqueos y cainitas: el enfrentamiento es una cortina de humo que desvanece su único deseo de poder (control, riqueza, vanidad). Por eso son reaccionarios: quieren disecar el presente, porque en el presente detentan el poder. Por eso muchos estáis asfixiados, desanimados, asqueados, porque quieren embalsamaros con piadosas palabras de taxidermista. Por eso sabéis que esto no es una democracia, sino una aristocracia de unos pocos, una oligarquía política, económica y cultural. Toda oligarquía desea mantener el poder (control, riqueza, vanidad). Mas la mayoría no somos oligarquía. No confundamos sus intereses con los nuestros. Perseveremos en la verdad y en la vida. Su hija es la libertad.

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