El peatón ha decidido, como las razas vencidas, someterse para subsistir.
El peatón se siente importante porque, aprovechando el espíritu de la Navidad, el Ayuntamiento de Madrid lo pone a circular en dirección única por las calles: es un 155 municipal (si el espíritu del artículo 155 da para disolver Parlamentos, ¿por qué no va a dar para tomar calles?) que suspende la libre circulación constitucional del artículo 19 sin pasar por el artículo 116, aunque tampoco reclamará nadie, pues aquí todo se hace en función de lo mismo: la domesticación.
–No puedo jugar contigo –dice el zorro al principito–. No estoy domesticado.
Sólo se conoce lo que uno domestica, insiste el zorro. ¿Que qué es domesticar? “Domesticar significa… crear lazos”. En Madrid, cada lazada municipal contra el peatón son, por lo menos, cien euros. El peatón madrileño es hoy un perro de circo, y tan contento. Botella impuso el “Moonwalk” (en la puerta del bar, un pasito adentro para beber, un pasito afuera para fumar) y Carmena impone la “Kalinka” (todos van al bar por una calle, todos vuelven del bar por otra calle).
En el libro “El experimentado cazador”, 1790, de D.J.M.G.N., libro favorito de Azorín, el mejor periodista que ha dado España (de ahí el respeto que infunde esta Casa), leemos: “Para lograr tener buenos perros es necesario que tengas macho y hembra de buena casta… Después que la perra para, elegirás los que quieras criar y que tengan mejor oreja… Los cogerás por el pellejo del pescuezo y los levantarás en alto, y aquellos que no se quejan son los más humildes… Luego los mandas a una majada de cabras, que les den la leche que quieran comer; y si no puedes, les mandarás dar de cuando en cuando unos pedacillos de pan seco, y se crían lo mismo… Luego empiezas a echarle un pellejillo de conejo liado para que vaya por él, y te lo traiga; después que ya sabe traer estas cosas, te sales de paseo alrededor del pueblo…”
Por la calle que Carmena diga, claro.