Arranca la Feria de San Isidro con el callejón de Las Ventas atestado de poetas de los c… (del toro) y la noticia de que la Generalidad de Cataluña (en Madrid, “Yeneralitá”), presidida por María Soraya en virtud de un cómico artículo deliberativo de “la Constitución que con tanto trabajo nos dimos todos”, ha sido condenada por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña a pagar un millón de euros a la familia Balañá, dueña de la Monumental de Barcelona, por los perjuicios derivados de la prohibición de los toros.
Dicen que lo que distingue a una sociedad muy evolucionada de otra primitiva es que en aquélla es muy superior el número de prohibiciones y de reglamentaciones.
Las actuales esferas de soberanía individual vienen fijadas más por lo que otros no pueden hacer que por lo que está tolerado al sujeto –anunciaba (¡y se ha cumplido!) Fernández de la Mora en “El crepúsculo de las ideologías”.
Para desespañolizar Cuba, los yanquis prohibieron los toros en La Habana, y para desespañolizar Cataluña, los separatistas han prohibido los toros en Barcelona al precio de un millón de euros, que es menos de lo que cuesta un borceguí de Dembélé.
Por no dar, en Cataluña un millón de euros a los Balañá no da ni para un mito como el del “Madrid”, el periódico fundado por Juan Pujol y “dinamitado por el franquismo”, según repiten las parpayuelas del periódico global, atribuyendo la voladura al ministro Sánchez Bella, como convenía al cuento.
Me llamó Calvo Serer y me dijo que el “Madrid” estaba en quiebra. Le di la solución: hay que provocar que el Régimen cierre el diario, para que el desprestigio vaya al Régimen y para que dé derecho a una indemnización –explicaría García-Trevijano, nombre tabú, sin embargo, en el periódico global, con lo cual prevaleció el mito, y todos contentos: los propietarios se llevaron 518.271.506 pesetas (más intereses) del Estado, y las parpayuelas, la satisfacción de haberle arrancado otro pelo al lobo del fascismo.