Para dirimir el fraude de ley de un máster, la Asamblea de Madrid recurre a un fraude de ley parlamentario (de eso se quejó Cifuentes, cual corza del Cantar) promovido por un tal Aguado, el jurista que confunde a Hobbes con Rousseau, cuyo partido, Ciudadanos, presume de 155, un artículo deliberativo convertido por el consenso (acuerdo entre mandamases) en el artículo “soberano” (“soberano” es quien decide el estado de excepción) de la Constitución, y nadie va a protestar, pues tenemos a todos los Wolfes y Taleses de la Nación revolviendo en la prensa del Movimiento para extraer del cabezazo de Marcelino a Yashin prosa poético-patriótica con que envolver la chilena de Ronaldo a Buffon.
Hasta caer en manos de Rivera (¡Albert CLV!), ese artículo deliberativo (no imperativo) era lo más sesentayochista de nuestra Constitución, y preparémonos para el tabarrón que ya se nos viene encima con el cincuentenario de la kermese progre (condones y adoquines) del mayo francés.
El 68 supone el fin del decisionismo (nadie decide nada, ni pública ni privadamente), y el 155 del 78 venía a ser como un anticipo de la “democracia deliberativa” que nos hizo Peces Barba: en la versión, no de Rousseau, para quien deliberar era más importante que votar, sino de Habermas (“Potencia mundial Habermas”, lo aduló el periódico “Zeit” en su octogésimo cumpleaños), para quien la democracia es una gimnasia sueca.
El madrileño es germanófilo, pero no verá aquí un duelo como el de Schmitt-Kelsen en Leipzig para ventilar la cuestión de si el artículo 48 de la Constitución de Weimar amparaba la intervención del Reich, suspendiendo excepcionalmente al gobierno del “Land” de Prusia. Verá una moción de censura planteada por un metafísico, Gabilondo, cuyo líder, Sánchez, posee un máster universitario y sostiene que Machado nació en Soria.
–Yo soy profesor de metafísica –aclara Gabilondo–, pero no estoy muy seguro de ser metafísico.
El “Estado de derecho”, que dicen los liberalios.