La pereza de levantarse en víspera de Carnaval es comprobar que en el 19 estamos como en el 35, con un juicio a catalanes reos de golpismo. A Junqueras, por proclamar la “República catalana”, y a Companys, por proclamar el “Estado catalán”.
–¡Catalans, a les armes, a les armes!
Lo peligroso nunca fue el nacionalismo, como tratan de vendernos los buhoneros globalistas y su prensa de consenso separatista, sino el estatismo, y los catalanes, como todos los españoles y todos los europeos (ingleses aparte), son estatistas.
Ese personaje absurdo como un zapato impar que es Manuel Valls (para los franceses es catalán y para los catalanes es francés) viene a Madrid, con su cara de estar oliendo a bosta, a manifestarse “por la separación de poderes” (?), cosa que no entendió ni Montesquieu y señal, por tanto, de que no sabe de qué habla, y luego propone un pacto estatal de partido único, que es lo que, como buen europeo, le pide el cuerpo. Otro abate Sieyes comprado en los chinos:
–La confianza debe venir de abajo, y la autoridad debe venir de arriba.
Pero el estatismo no es exclusivismo catalán. El madrileño Conthe es economista del Estado (¡la empresa!), y en contestación a Rivera, que había llamado a defender la nación española (se ve que es lo que toca en domingo), escribió: “Debemos olvidarnos del innecesario concepto de ‘nación’ (española, catalana, vasca…). El concepto jurídico relevante es ‘Estado’ (=España), formado por ciudadanos iguales regidos por Constitución democrática”. Al oír tales palabras, las estrellas apagan su luz. ¡Tantas vueltas y terminar llegando a Giovanni Gentile y Ramiro Ledesma!
–Pues la civilidad, la convivencia civil, es algo que el Estado, y sólo él, hace posible. ¡Nada, pues, sobre el Estado!
Es la pavorosa incultura política de nuestras “elites extractivas” y sus órganos de propaganda lo que convierte el juicio de los golpistas catalanes en una parodia del juicio de la Sota en “Alicia en el País de las Maravillas”.