Un día pronosticaron que Azaña llevaría a España al caos, y el cenizo alcalaíno respondió, sarcástico, que le gustaría ver el caos, para saber qué era.
Los “midia”, esos “sostenes de la democracia”, al decir de sus propietarios (Slim, Bezos y así), han pasado de ver en la Casa Blanca la Kehlsteinhaus de Trump a ver un sindiós, el caos, justamente lo contrario del trumpismo en su lucha contra el “establishment” socialdemócrata.
–Si las designaciones son justas, el orden reina; si son equívocas, reina el desorden –es la cita china con que Camba encabeza su “Haciendo de República”, que sigue: “El que confunde las designaciones corrompe el lenguaje. Las cosas prohibidas sustituyen entonces a las permitidas. La inexactitud toma el lugar de la exactitud y lo falso ocupa el sitio de lo verdadero”.
A Trump le bastó con llamar a las cosas por su nombre para poner el mundo patas arriba (¡qué manera de persignarse el beaterío onusino ante el discurso de la nueva embajadora americana Nikki Haley!), y a eso se reduce su revolución, que, desde luego, constituye un acontecimiento único desde la guerra, aunque en España el pensamiento batueco no ha tenido ni la curiosidad de observarlo, despachando el asunto con una muletilla franquista (llamar populismo a la democracia) y los tres memes que hacen de esquinas del Consenso: Hitler (para lo criminal), Gil (para lo “ostentóreo”) y Cuñao (para lo sanchopancesco). Es la contribución de este Siglo de Oro español a la historia de las ideas políticas.
El hombre noble, y volvemos a la cita china de Camba, escoge sus designaciones para que puedan ser empleadas sin equívoco en el discurso, y compone sus discursos para que puedan, sin equívoco, transformarse en actos.
Para la socialdemocracia la acción es desorden, cosa de Bakunin, cuya fuerza creadora es el caos (execrado por Marx). Su ley histórica es el memorable chiste de Ramón: “O yo o el caos”. “El caos, el caos”. “Es igual, también somos nosotros”.