Esta semana, el conocido analista John Mauldin hacía referencia a la famosa novela de Mary Shelley, Frankenstein, e iniciaba su informe con una pregunta que el doctor protagonista de la obra se hace a sí mismo: “¿Tengo acaso derecho para, en mi propio beneficio, infligir esta maldición sobre las generaciones futuras? Tiemblo al pensar que puedan considerarme como la peste, que por mi egoísmo no había dudado en dar vida a un monstruo construido de partes que nunca debieron juntarse que se volverán contra mí, contra mi familia y contra la gente”. En España, el monstruo se creó dividiendo lo que siempre estuvo unido, poniendo barreras donde jamás las hubo y enfrentando a unas partes contra otras. El mensaje que nos envía Mauldin es claro: un desarrollo político insensato ha fabricado no uno, sino dos monstruos interrelacionados que están destruyendo a la nación, a la que se ha fragmentado en 17 autonomías contrarias en su mayor parte a la realidad histórica y objetiva de España. Algo que, como en la novela, acabará en tragedia.
Lejos de arrepentirse de su obra, como el joven doctor, esta casta política totalitaria y corrupta continúa, contra toda evidencia y contra toda lógica, defendiendo a unos monstruos que están arruinado a la nación. En un país en el que el disparate y la mentira se han convertido en formas habituales de gobierno, tengo que confesar que la defensa de las CCAA por parte de Montoro me dejó mudo de estupor. Solo la afirmación del indigente mental de Zapatero, según la cual España -la nación más antigua de Europa y una de las seis más antiguas del mundo-, es “una realidad discutida y discutible” supera en nivel de infamia a la de Montoro. Es tan grave como la de Rajoy cuando afirmó que “no habrá ni un euro de dinero público para la banca” y, ahora, cuando la cantidad es ya tan elevada que, a pesar de la chapuza que se está improvisando de pagar con deuda y que los bancos la descuenten, será imprescindible el rescate por el Fondo Europeo o el FMI. Pensionistas y parados serán las primeras víctimas.
La cobardía de un Gobierno
Que el ministro de Hacienda (que tiene más datos que nadie) tenga la desvergüenza de afirmar que “el Estado de las autonomías no es despilfarrador”, cuando en realidad es la ruina de España, un caos absolutamente incontrolado y el origen de la mayor corrupción del mundo civilizado, es algo que supera lo imaginable y que pone en cuestión –más, si cabe- la credibilidad de España. Montoro no puede seguir insultando cada día a la inteligencia de los ciudadanos, diciendo primero una cosa y al día siguiente la contraria.
Hace solo cinco semanas decíaque la causa de que el déficit eran las CCAA, y ahora afirma lo contrario. Antes hablaba de la necesidad urgente de realizar reformas, pero después no las ejecuta. Explicaba urbi et orbi que iba a intervenir a todas las CCAA que no cumplieran los compromisos de déficit, pero ni una sola lo hace y no intervienen a nadie. Incluso ha dado por buena las cifras presentadas por Andalucía sin comprobar nada -y sabe que todas tienen todavía miles de facturas en los cajones sin contabilizar, porque toman al Gobierno por el pito de sereno-. Para Montoro y su jefe, igual que para Zapatero y sus secuaces, el mantener duplicidades, 4.000 empresas sin control alguno e instituciones inútiles (que, como he desglosado varias veces, representan el 12% del PIB, una ruina que ningún país del mundo podría permitirse) no es despilfarro. Llaman crecimiento a la subvención y austeridad a la presión fiscal, mientras que el recorte del gasto político, que es la clave, ni se plantea.
Pero no solo es despilfarro, es mucho peor. La desintegración del sector público (realizada sin planificación ni control alguno) ha dejado en manos de las Administraciones Territoriales los dos tercios del gasto público total, lo que ha dado lugar a una expansión disparatada de la burocracia, junto con una desconexión total entre los ingresos y los gastos. La casta política ha disparado el empleo público mientras ha hundido el privado (en los últimos diez años, creció en un millón de personas, casi todas a dedo, ¡y en más de 300.000 durante la crisis!). Y como cada empleo público creado destruye 2,8 empleos en el sector privado, ésta es sin duda una de las principales causas de nuestra ruina.
Los Estatutos no han sido fruto de una reflexión general; han sido consecuencia de la improvisación y del chantaje político. Es imposible imaginar un modelo de Estado tan disparatado, ineficiente y corrupto como la España de las Autonomías. Caos organizativo, proliferación de organismos y empresas innecesarias, ruptura de la unidad de mercado… un desastre para la economía y para la competitividad y corrupción a todos los niveles. Y lo que ya podría considerarse alta traición: se está dando todo el apoyo político -sus votos valen cinco veces más que los del resto de los españoles- y económico -el País Vasco paga 9.000 millones menos de lo que debería- a los enemigos de España para facilitar y financiar la destrucción de la nación.
Artur Mas acaba de reconocer que Cataluña está en quiebra técnica y ha pedido al Gobierno que le financie por la cara los 13.000 millones de vencimientos de deuda de este año. Eso sí, sin renunciar a liderar el despilfarro político y la persecución y el fomento del odio a todo lo español. Y el cobarde de Rajoy se ha apresurado a decir que lo que haga falta. ¿Pero no dice CiU que Cataluña es una nación? ¡Pues que pidan ayuda al FMI!
Claro que, simultáneamente, Cospedal, con una desvergüenza inaudita, ha colocado a su marido de consejero en Iberdrola (y ya van cuatro, más el pacto de silencio de lo sucedido en CCM) igual que Sáenz de Santamaría al suyo en Telefónica. Con once millones de españoles viviendopor debajo del umbral de la pobreza y sin esperanza, con más de un millón salvados del hambre por Cáritas y las órdenes religiosas, ¿cómo el pueblo tolera que tales corruptos sigan al mando?
El BCE no puede comprar más deuda sin control alguno
Afortunadamente, la barra libre del BCE ya no es suficiente para financiar España, así que para financiar tamaño disparate, más el desastre bancario, es imprescindible la compra masiva de bonos por el BCE; compra que, si no se condiciona a la reducción drástica y verificable del gasto político, significará la ruina de España para los próximos 100 años, ya que transfiere las deudas de bancos y políticos irresponsables y corruptos a las generaciones futuras. Financia el despilfarro político actual a cambio de miseria y hambre futuras. ¿Cómo se va a promover el crecimiento si han dejado en manos de irresponsables la asignación de los dos tercios de los recursos públicos de la nación?
De momento, ni Draghi ni Van Rompuy están por la labor. Sin embargo, el BCE no tendrá más remedio que inyectar liquidez para salvar al euro, pero estarían locos si no imponen condiciones drásticas: acabar con el Frankenstein autonómico y cerrar todos los bancos inviables. La última de Guindos ha sido de vergüenza ajena: primero dice que Bankia no necesitará ayudas públicas, sólo los 4.500 millones del FROB; dos días después, que necesita 7.000 millones más; tres días más y la cifra sube a 15.000; un día más y 19.000 millones más. Al sumar los 4.500, nos da el total de 23.500 millones. Y, al parecer, 5.000 de más para dar beneficios cuanto antes y hacer que Goiri parezca un genio, aunque los accionistas y bonistas cuya participación se ha diluído perderán casi todo. ¿Imaginan ustedes qué hubiera ocurrido si la banca americana o británica hubiera pedido a los contribuyentes un 27% más del dinero necesario para su recapitalización, para dar dividendos al año siguiente? Si alguien piensa todavía que esto es un gobierno, que vaya al psiquiatra.
Los mercados están estupefactos, cuatro cambios en seis días, aparte de que, como no me canso de repetir, es ya inevitable pedir ayuda al Fondo de Rescate Europeo o al FMI, la antesala del rescate a la nación. No es de extrañar que la prima de riesgo se haya ido de nuevo a 500 puntos y el dinero y la inversión huyan de España en masa. La cuestión es de dónde va a sacar Rajoy los 145.000 millones para vencimientos de deuda soberana, los 114.000 de deuda nueva, porque el gasto previsto es un 50% superior a los ingresos, más los 60/65.000 millones que piden las CCAA y los 100.000 millones en que valoró Blackrock el rescate bancario para MAFO. España es el país donde con mayor rapidez e intensidad se ha deteriorado su posición fiscal, hasta el punto de hacer inviable su sostenibilidad, que además no se utiliza para financiar la actividad productiva sino gasto político, subvención y salvar bancos insalvables.
Los mercados son ya absolutamente conscientes de esta realidad, y cada vez son más los inversores internacionales que, aunque desean invertir en nuestro país, te comentan que las incertidumbres son tales que prefieren esperar y ver. Y no es únicamente la situación económica, que empeora día a día, la causa principal es el caos autonómico. Miles de normas diferentes y contradictorias. A las empresas les resulta más barato y sencillo mover sus productos entre estados europeos que entre CCAA, y las amenazas de secesión son devastadoras. Hace unos meses, el presidente de una gran multinacional farmacéutica instalada en Cataluña me explicaba que habían decidido paralizar todas sus inversiones, ya que su mercado es España y si Cataluña se separa, los productos fabricados en esa región o no podrían entrar en España o sólo lo harían con serias dificultades.
El resumen es la tormenta perfecta: un Gobierno al que nadie respeta y sin credibilidad alguna, un caos absoluto en las regiones donde nadie controla nada, una Contabilidad Nacional falsa, ruptura total de la unidad de mercado, un sistema financiero al borde del colapso, el Ibex, blanco de especuladores, la energía y las telecomunicaciones más caras de Europa que están produciendo un proceso creciente de deslocalización, y la salida masiva de capitales y de las inversiones. La casta política es la culpable de la ruina de España. Y mientras no acabemos con ella nuestra sociedad esta condenada.