“Quicumque vult salvus esse, ante omnia opus est, ut teneat catholicam fidem: Quam nisi quisque integram inviolatamque servaverit, absque dubio in aeternum peribit” (Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica: quien no la observare íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente).
Así reza el inicio del Símbolo Atanasiano o Quicumque, verdadera definición de fe y desarrollo teológico del Concilio de Calcedonia (451), que logró tanta autoridad en la Iglesia, tanto oriental como occidental, que sirvió de faro teológico por siglos. Oídos serviles y esclavos, favor de abstenerse de leer este artículo. Es necesario dejar por escrito sin margen para la interpretación que exactamente lo mismo pero al revés puede gritarse hoy en la España decadente partidocrática. Quien quiera siquiera vislumbrar como Tierra Prometida lo que se llama libertad política colectiva, matriz del resto de libertades, debe hacerlo desde fuera de la melé oficial española que hoy día alcanza y abarca todo el espectro de lo existente. Quiere decirse, fuera del maniqueísmo tirano que invade la anti hegemonía cultural y política española. No es posible razonar de buena fe dentro de lo que hay ni tomar partido por nada de lo que hay so pena de desangrar aún más la dignidad de España y, especialmente, de perseverar en la confusión. Nunca ha habido más confusión que ahora en España. Y nada parece impedir que empeore. Ni siquiera en 1991 cuando Antonio García-Trevijano, solo, frente a todos, se atrevió a romper el tabú de la falta de democracia en España frente a una sociedad civil postrada en su ceguera, había tanta confusión como ahora. Es muy triste constatarlo pero hoy España está aún más lejos que antes de la libertad política colectiva y de la decencia en lo público. Si entonces vivíamos a las puertas del infierno y pudimos no entrar, entre todos nos empeñamos en tirar la puerta abajo y pedir morada en el infierno. Allí estamos desde entonces.
Las causas de la confusión de entonces permanecen incólumes, lo sabemos, pero la esperanza de que el tercio laocrático conquiste la libertad en la parte hegemónica de la sociedad, que entonces pudo existir, ahora yace marchita y más podrida que nunca.
Si los que leen estas líneas tienen verdadero aprecio y respeto por D. Antonio, es mi opinión, huelga decirlo, deben aprender esto a fuego y grabarlo en su alma política: España es hoy un país que se dirige hacia la nada y no estamos sabiéndolo evitar.
Si no somos capaces de conocer muy bien la vida, la acción y el pensamiento de D. Antonio que podamos replicar frente a la antihegemonía existente de todo el espectro político actual, de todo, no merecemos haberlo conocido, no seremos dignos herederos. Si no somos capaces, insisto, de realizar análisis de la realidad profundos, realistas, radicales, respetuosos de la verdad, que analicen las causas invisibles de la indignidad y confusión en España, su bastardía moral, que apliquen el pensamiento y la acción de D. Antonio e inoculen en el tercio laocrático las ideas que impidan que España viva condenada a la desesperanza, habremos perdido el único tiempo que tenemos. Un buen argumento teórico es el secreto de la mejor acción. Ahora no tenemos ni argumentos ni acción.
No sirve la desunión entre nosotros, sólo es útil que cada uno conozca, estudie, y reflexione muy bien sobre la acción (cómo respondió D. Antonio es situaciones parecidas a las actuales en años pasados y qué pensamiento previo a la acción hubiese guiado su conquista diaria de la libertad) y sea capaz de difundirlo y convertir en hegemónicas esa acción y ese pensamiento. Hacerse digno de ello donde le toque estar en la vida. Cada uno debe ser una antorcha y sumar para hacer un solo fuego.
Sobran las vanidades, sobra el esnobismo y el vedetismo intelectual, sobre lo superfluo, sobra lo mediocre, sobra la mentira y la confusión. Un espíritu bien formado hace más por la causa de la libertad política colectiva que cien almas confundidas. Hay confusión si no se deja claro que sólo desde fuera de la sociedad política española actual (toda, desde la extrema izquierda hasta lo que sea que hay a la derecha), toda, nos salvaremos de la confusión que nos tiraniza y que perpetúa la maldita servidumbre voluntaria del español.
De ahí partimos y si no tenemos claro esto, lo llamamos ruptura, seremos los perpetuadores de la confusión. La corrupción sibilísima. La peor y la más mortal. La corrupción de lo mejor. La nada.
La hegemonía de la sociedad civil sólo puede conquistarse desde el ostracismo. El destierro político, por exceso de virtud, con soledad luminosa, creadora y digna que sufrió D. Antonio, es el único terreno donde puede abonarse el cimiento de la libertad política colectiva. Cualquier tipo de veleidad, siquiera sentimental, con cualquier idea que proceda del espectro político español, convierte en ciego para la libertad a quien la tenga. El maniqueísmo los hace iguales a todos. Adolecen de lo mismo que acusan. Son círculos malditos que perpetúan la confusión. Sólo fuera de la rueda diaria de diatribas entre partidos habrá salvación.
No vivimos para hacer homenajes a D. Antonio. Vivimos para perpetuar su pensamiento y su acción en lo mejor de la sociedad civil española porque nos demostró con su vida y su obra que se puede ser libre en medio de tiranos y vivir digna y decentemente entre ladrones y delincuentes. No hay mejor ideal que desgastar la propia vida en seguir las huellas que él dejó. Hacerse digno de este ideal exige apagarse para que su pensamiento brille. No están los tiempos para pelearse dentro de la caverna oscura en la que está España sino para alumbrar y ayudar a todos a salir de ella. Lo dije: es la hora cero de España. O conquistamos a lo mejor de la sociedad civil con la verdad política, la lealtad y la libertad, o habremos perdido nuestras vidas.