Al contrario que lo que sostienen los defensores de la política-ficción, los avances tecnológicos no superan los óbices que imposibilitan una idea tan infantil como es la democracia asamblearia, incompatible con la naturaleza humana. La imposibilidad de ese plebiscito permanente no se soluciona con una terminal informática ni puede sustituir en modo alguno la labor de intermediación del representante legislativo. Siendo así, lo que sin embargo es absolutamente cierto es que precisamente el desarrollo tecnológico y muy particularmente la Red de Redes dificultan aún más el funcionamiento de la maquinaria del Estado de Partidos. La libre generación y transmisión de la información permite hoy en día a cualquier ciudadano llegar al conocimiento de la verdad de forma inmediata fuera de los conductos informativos oficialistas del “como si”.
A pesar de la escasa calidad de los contenidos de internet, que un su mayoría son de ínfima calidad intelectual, este medio ofrece la posibilidad de crear, descubrir y transmitir nueva información práctica, dispersa y útil. Organizativamente, los nuevos instrumentos informáticos disponibles para aquellos que pretendan coordinar su acción al margen de las estructuras partidistas son de una utilidad incuestionable. Junto a la morralla informativa, también la producción de información veraz transmitida con la ayuda de los nuevos medios informáticos será progresivamente de un alcance y detalle cada vez mayores, al punto de ser inimaginables con el conocimiento tecnológico de nuestro tiempo.
Por tanto, el desarrollo de Internet y en general de los medios de comunicación telemáticos, no sólo no favorece, sino que hace aún mucho más difícil el sostenimiento de la falacia de que esto sea una Democracia, acercando al común a la verdad política al disponer ahora de acceso a un volumen mucho mayor de información útil, con un grado de complejidad y detalle cada vez más amplio. Pero solo es un instrumento, una herramienta que no sirve para nada sin la formación previa de un criterio sincero basado en los principios de la libertad, la lealtad y la verdad.
Esa información, precisamente, siempre será de mayor calidad y utilidad que aquella con la que pueda contar la maquinaria partidista porque ésta carece de lo que es propio al intercambio libre de información entre personas, la espontaneidad.
Pedro M. González