Una de las trampas habituales de la política para controlar a la Justicia es la eterna promesa de inversión en medios tecnológicos, que, si bien son necesarios, en sí mismos no garantizan la independencia judicial, sino que incluso en ocasiones facilitan su control.

La idea del juez-máquina no se diferencia mucho conceptualmente de una idea cada vez más extendida como es la superación del concepto de representación política por la utilización de medios tecnológicos.

Sin embargo, la tecnología no es capaz de sustituir la necesidad de la representación como característica de la democracia formal. Al contrario de lo que sostienen los defensores de la política-ficción, los avances informáticos no superan los óbices que imposibilitan una idea tan infantil como es la democracia asamblearia, incompatible con la naturaleza humana, por muy tecnificada que se vista. Más aun, los multiplican por la elevación exponencial en la generación de información trascedente que es necesaria para la toma de decisiones políticas.

Si ya la discriminación cultural al acceso y capacidad de uso de la tecnología son incompatibles con la igualdad en el ejercicio de la elección y control de decisiones, lo que resulta definitivo es la imposibilidad de ese supuesto plebiscito permanente sustitutivo de la representación, que no se soluciona con una terminal informática ni puede reemplazar la labor de intermediación del representante legislativo.

La actividad y funciones del representante no se agotan en una serie de actos decisorios concretos ni esporádicos, pocas veces determinables ni previsibles, sino que precisan de un ejercicio ininterrumpido y permanente en el tiempo en una continua labor de retroalimentación de información sólo alcanzable, transmisible, factible y utilizable a través del mandato.

Siendo así, lo que sin embargo es absolutamente innegable es que precisamente el desarrollo tecnológico y muy particularmente internet dificultan aún más el funcionamiento de la maquinaria del Estado de partidos. La libre generación y transmisión de la información permite hoy en día a cualquier ciudadano llegar al conocimiento fuera de los conductos informativos oficialistas del «como si».

Apesar de la escasa calidad de los contenidos que en general ofrece internet,  este medio ofrece la posibilidad de crear, descubrir y transmitir nueva información práctica, dispersa y útil. Organizativamente, los nuevos instrumentos informáticos disponibles para aquellos que pretendan coordinar su acción al margen de las estructuras partidistas son de una utilidad incuestionable. Junto a la morralla informativa, también la producción de información veraz transmitida con la ayuda de los nuevos medios informáticos será progresivamente de un alcance y detalle cada vez mayores, al punto de ser inimaginables con el conocimiento tecnológico de nuestro tiempo.

 
Por tanto, el desarrollo de los medios de comunicación telemáticos, no sólo no favorece, sino que hace aún mucho más difícil el sostenimiento de la falacia de que esto sea una democracia, acercando al común a la verdad política al disponer ahora de acceso a un volumen mucho mayor de información útil, con un grado de complejidad y detalle cada vez más amplio. Pero sólo es un instrumento, una herramienta que no sirve para nada sin la formación previa de un criterio sincero basado en los principios de la libertad, la lealtad y la verdad.

Esa información, precisamente, siempre será de mayor calidad y utilidad que aquella con la que pueda contar la maquinaria partidista porque ésta carece de lo que es propio al intercambio libre de información entre personas: la espontaneidad.

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