Narcisos montanos (fotografía: Óscar) Sumisión dulce La vejez de quienes han personificado el poder oligárquico en La Transición, los introduce en el mundo de la adulación de todo lo que huele a muerto porque, desgraciadamente, esa ancianidad no es venerable de la misma forma en que lo es la experiencia en la tribu, sino de la morbosa manera en la que los buitres que rodean el cadáver, miran a los que ya no se alimentarán más de él; los apartados por el tiempo, las enfermedades y los codazos. Los que fueron tachados de arribistas, mediocres e ineptos están condenados, sí, pero ahítos de carroña y llamados al estadismo celestial. Así que la respetabilidad hacia los poderosos tiene un raro carácter gerontofílico en la sociedad que jubila, idiotiza y entierra todavía con vida a sus mayores. Este tipo de sumisión formal destinada a anticipar el prejuicio favorable del propio recuerdo, es tan hipócrita que no merece más comentario.   Los etólogos han puesto muchas veces como ejemplo de otro tipo de sumisión ritual a los lobos no dominantes, que gustan comparar a los héroes homéricos vencidos (C. Lorenz). Se asombran ante la analogía en los comportamientos de ambas especies: evitación de miradas directas, gestualidad minimizadora del tamaño corporal, presentación de zonas vitales al campeón, etc… Es evidente hasta qué punto esta conducta ha constituido buena parte de lo que hoy consideramos reglas de urbanidad y fácil comprender lo útil que la ritualización culturizada ha resultado para la convivencia y, por extensión e intensión, para la vida partidaria. Pero no es tan sencillo comprender por qué todos aquellos que tuvieron el poder, por el mero hecho de haberlo tenido, resultan oscuros objetos de culto. F. González orientará a Europa y J. M. Aznar sonríe yocóndamente mientras periodistas, comilitantes y amas de casa le piden que descubra su oráculo de paz para el PP. También resulta extraño que las mismas personas que ruegan, maliciosa o estúpidamente, con expresión jacobina o nózicka, que los partidos se organicen democráticamente, añoren las figuras que la historia oligárquica de estas asociaciones ha dejado atrás. Por fortuna, como ocurre en las investigaciones lógicas, dos extrañezas unidas hacen una primera coherencia.

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