Asociado al franquismo, “España es diferente” fue el exitoso reclamo turístico que se presentó a aquellos europeos ávidos de sol, playas, y espectáculos que no se veían en ninguna otra parte. Pero antes, en el romanticismo, ya habían venido desde el norte para experimentar las emociones inigualables que una partida de bandoleros, una vieja mazmorra de la Inquisición, o unas mujeres de rompe y rasga proporcionaban. De orgullosos dominadores de medio mundo, pasando por la resignación de no poder ser otra cosa, tal como expresó Cánovas del Castillo, hasta la ocultación y el reniego de su propio pasado que ofician en sus feudos autonómicos los españoles que se avergüenzan de serlo, seguimos manteniendo una diferencia sustancial con respecto a italianos, franceses, alemanes o ingleses, los cuales no odian el hecho histórico que les llevó a ser lo que son. Los Padres de la Constitución de 1812 consideraban que el amor a la Patria y el ser “justos y benéficos” eran obligaciones principales de todos los españoles. Quizá el que ese texto legal fuese promulgado el día de San José no contribuyó a un estricto acatamiento de sus ordenanzas, sino al ¡Viva la Pepa! Pues bien, los Padrinos de la de 1978, han seguido el sendero alemán del patriotismo constitucional para identificarla con España, como si las naciones se creasen de la nada o se construyeran a voluntad. En el País Vasco, cuando el PP pone como condición de su apoyo a Patxi López el que haya cambios en la educación, no sabemos si éstos consistirán en luchar contra la ignorancia del pasado y en abandonar las fantasías sobre historias particulares y leyendas mitológicas que alimentan el insaciable deseo nacionalista de una identidad propia. Francisco López en campaña (foto: Patxi López) El rechazo de la historia de España y de su viejo legado cultural, y por tanto de las lecciones que ese pasado podría darnos, no sólo supone una inconmensurable necedad, sino también una alevosa impiedad. Para que este territorio que habitamos no sea lo que se ha llamado durante quinientos años España, podríamos volver a denominarlo Tierra de Conejos. Señores turistas, pasen y vean el mayor espectáculo del mundo: la disolución de una de las más viejas naciones europeas.