El diario “El País” y el digital “El Plural” han aireado varios aspectos de la vida privada del juez Dívar que podrían estar relacionados con sus viajes a Marbella. El periodista de sociedad y conocido militante gay, Boris Izaguirre, publicó en el diario del Grupo Prisa un artículo titulado “Veinte viajes a Marbella” en el que escribe que “Veinte viajes a Marbella” podría ser el título de un éxito de verano. Interesante que un juez del Tribunal Supremo insista a través de estos viajes en promover la idea de acercar la capitalidad judicial del país a Marbella. Es bajo esta luz como debemos ver las actividades público/privadas del juez Dívar con cargo al presupuesto del Tribunal. Si en realidad somos un país solar con propensión a la parranda, no estaría mal que el Tribunal Supremo se traslade a Marbella, eso sí, con guardaespaldas. Durante el día, un poquito de leyes y papeleos. En la tarde, solecito y pescaíto frito, y en la noche, ¡ay, en la noche!… una rebequita para cubrir las espaldas. A Dívar que son dos días”.

 

El hecho de que Carlos Dívar no haya sido condenado pero a cambio tenga que pagar un precio en los espacios dedicados a las hablillas, rumores y cotilleos que lo sacan del armario, a los que tan propenso es este país, fue enjuiciado críticamente por Radio Libertad Constituyente. El abogado y notario Antonio García Trevijano fue severo al enjuiciar el archivo del expediente contra Dívar porque “es una tomadura de pelo y una mostruosidad, pues existe ánimo de lucro y corrupción”.

 

A Trevijano le molestó que a cambio el diario El País sacara a Dívar del armario: “esas insinuaciones de homosexualidad son lógicas porque si no hay Constitución ni libertad de prensa, la opinión pública y las noticias se convierten en chismorreo, que en España posee incluso programas de televisión de culto”.

 

“Yo también sufrí difamación: cuando me quedé sólo luchando contra Franco pidiendo una República Constituyente, viendo que mis argumentos convencían, el PSOE se dedicó a difamarme por una causa tan exótica e idiota como la de Guinea. Y ahora se vuelve a reproducir la historia con malévolas palabras en boca de Carmen Rigalt, la periodista de El Mundo, se ve que temen que nuestro Movimiento esté cobrando de nuevo auge ante esta crisis política. Todo esto demuestra que España no es una democracia y que la crisis económica podría llegar a quebrar el sistema partitocrático”.

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