Gordon Brown (Foto: Su-Lin) Los líderes mundiales se han reunido en Arabia Saudita invitados por el Rey Abdullah para parlamentar sobre el precio del petróleo. En menos de un año el precio del oro negro ha pasado de los 75$ a los 137$ provocando un brusco desequilibrio en la economía mundial. Tanto consumidores como productores coinciden en que el precio es demasiado alto para sus intereses inmediatos y a medio plazo respectivamente, pero discrepan sobre las causas que han provocado tan súbito incremento. Por un lado los países consumidores buscan un aumento de la cantidad de producto que pueda compensar la creciente demanda proveniente de países como China e India sin repercutir en sus ineficientes modos de producción y disfrute; para aquellos el problema radica en un desequilibrio entre la oferta y la demanda producida por un aumento de la última sin deterioro de la primera. Así, el primer ministro del Reino Unido, Gordon Brown, ha propuesto a los jeques de Arabia una apertura del mercado inglés a la inversión saudita en energías renovables urgiéndoles al mismo tiempo a aumentar la producción de petroleo. Por otro lado, los países productores buscan un precio que permita mantener la adicción por el crudo de los países ricos que a su vez impida buscar alternativas más baratas y culpan a la especulación en los mercados de futuros del rápido incremento en el precio del codiciado aceite de roca. Al mismo tiempo se conocía que el 70% de los intercambios de rápido en el mercado de futuros de Nueva York se debían a la especulación frente al 37% en el año 2000, y se conocía a través de un informe de la agencia reguladora de los mercados de futuros la progresiva desregulación en los limites de posicionamiento permitidos a los mercaderes sin interés en prevenir el riesgo asociado a una variación del crudo en el futuro, es decir de los especuladores. Si los países productores pueden influir en el precio del través a medio y largo plazo mediante el aumento de la producción, los lideres de los países derrochadores pueden hacerlo a corto plazo mediante la regulación de sus depredados mercados de futuros, que no se pueden convertir en el refugio de las grandes fortunas en tiempos de crisis a costa del hundimiento de la economia productiva.