Si ha sido precedida por un esclarecimiento de la cuestión del poder político en la opinión pública, si es traída por un movimiento pacífico de lo más lúcido de la sociedad, si la idea la encarna el prestigio profesional y reputación de sus promotores, la República no solo se presenta como una forma de Estado, garante de la libertad política (esencia de la democracia), sino además como el modo más auténtico de vivir la vida social.
En la presentación de la República, como en la de toda persona, la primera impresión es la que vale. Por eso aconsejaba el cínico Talleyrand que no nos dejáramos llevar por ella. La estética tiene suma importancia en las formas de presentar y proponer la República. Esto tal vez parezca fuera de lugar en una sociedad cuya vida pública ha perdido todo vestigio de pudor o decoro. Pero si lo meditamos, caeremos en la cuenta de que este consejo lo cumplen a rajatabla los que buscan un empleo, un amor o una secta religiosa de poder. En contraste con la izquierda transitiva de barba y pana, Robespierre jamás se presentó sin corbata ni peluca empolvada en las reuniones con los «sans-culottes».
No se trata de introducir distancias o amaneramientos en el trato social. Antes al contrario, la importancia de la naturalidad adquiere con la República la categoría moral de un valor cívico. La Revolución igualó este valor con los de libertad e igualdad, en la fiesta de la Federación de los franceses que confraternizaron, marchando a Paris, al son de la Marsellesa, en el primer aniversario de la Bastilla. Se llamó federación a la fraternidad de los individuos liberados de su antiguo y discriminador «status», no a un pacto entre regiones o municipios.
Os saludo, pues, como amigo fraternal en la República de todos. Es probable que la emoción de escribiros sea más fuerte que la vuestra de leerme. Nunca he tenido la experiencia de escribir a lectores que me esperan. Me recuerda a los escritores que escribían novelas por entrega de folletones.
Espero que comprendáis que no tenga tiempo de responder a todos los comentarios que reciba. Procuraré, sin embargo, que nuestra comunicación sea recíproca. Y no olvidéis que, con ignorancia de lo que soy y represento, la propaganda de la dictadura, primero, y la del PSOE, después, han hecho todo lo posible para que las ideas de ruptura democrática y República no estuvieran vinculadas a una persona al margen de los partidos políticos.