Peenemünde, agosto de 1943 Rodillos göebbelianos Nada hay más aterrador y peligroso para el conjunto de los seres humanos que la inteligencia excepcional al servicio del poder para la consecución de fines particulares y sin ningún tipo de escrúpulo acerca de los medios. No es de extrañar, por tanto, que Paul Joseph Göebbels, el Dr. Göebbels, jugara un papel fundamental en el ascenso del partido Nazi al gobierno alemán en 1933. Desde ese momento, su nombramiento como ministro de propaganda fue decisivo para mantener al partido y a su líder, Adolf Hitler, en la cúspide, a pesar de todas las atrocidades cometidas. Göebbels no inventó la propaganda, pero la transformó y perfeccionó de tal manera, que aún hoy día persiste como parte del arsenal de la propaganda política actual. Hasta ese momento, cuando la propaganda política proponía unas metas o unos ideales, por ejemplo la “Tierra y Paz” de Lenin, se trataba de unos fines perseguidos realmente. La propaganda era parte de una táctica. Pero para Göebbels, la propaganda era una táctica en sí misma. Cualquier afirmación que hiciera para favorecer al partido carecía para él de una validez real: se trataba sólo de emplear la fórmula más oportuna según el momento para movilizar y exaltar a las masas. Incluso se podía recurrir a alegatos contradictorios cuando cambiaban las circunstancias. La propaganda de Göebbels empleaba todo lo que tuviera un valor impactante, para que causara efecto la palabra, el vehículo que transmite la idea, no la idea en sí. Ésta ya no cuenta. La imagen predomina sobre la explicación, lo sensible frente a lo racional. No se debe dar tregua a los sentidos para evitar la reflexión. Pocas manifestaciones políticas se pueden ver que no incluyan una parte espectacular, para atraer y distraer a la muchedumbre. Demasiadas similitudes existen entre las arengas de Hitler, frente a multitudes rodeadas de esvásticas, y los mítines electorales de políticos actuales, hacia fervientes afiliados agitando las banderas del partido correspondiente. En próximos artículos veremos las reglas básicas sobre las que se asentaba la propaganda göebbeliana, y su inquietante parecido con la propaganda de los partidos actuales, que han sido capaces de mantener como democrática la carencia de libertad política.