Las diputadas del PSC se rebelan contra el sexo ‘no binario’: «Afectará a las cuotas». Los embelecos metafísicos de la ideología de género, a los que es tan aficionada la socialdemocracia partidocrática (pues le permite a la oligarquía política dizque de izquierdas obviar la defensa de los trabajadores, abanderándose en estos distingos sobre el «género» de los bípedos implumes, mientras las empresas del IBEX les acarician el lomo), se vuelven un problema, cuando se trata del reparto de cuotas de poder en las listas electorales. La ideología no resulta, pues, sólo una enemiga del sentido común, como afirma Dalmacio Negro, sino también para el corrupto sistema de irrepresentación política que nos sojuzga.
«Hemos sido muy tolerantes con el rey Juan Carlos». Así afirman exministros del PP y del PSOE, es decir, acendrados miembros de la oligarquía corrupta que ha usado, hasta ser ya harto evidente su podredumbre, al Demérito como mascarón de proa de la nave del Estado de partidos. Muera la vieja corrupción —pregonan estos Tartufos, terceros que tuvieron que sacar a pasear el perro del capo di tutti i capi— y viva su continuación bajo el sucesor que, como la Academia, la limpia, la fija y le da esplendor. Cabe también señalar el papel de la prensa en el sostenimiento, con su silencio y con la divulgación de falsos mitos constituyentes como la existencia de una democracia en España traída por el sucesor de Franco, de la mentira de que el rey iba vestido.
Alberto Iturralde y Emilio Triviño recuerdan que la libertad de pensamiento es necesaria para cualquier desarrollo de la libertad política. Abundan al respecto en la voluntad del poder político para ejercer la censura indirecta a través de las grandes corporaciones de internet como Google, Twitter, y Facebook. Ponen el cercano ejemplo de lo ocurrido durante el confinamiento iniciado en marzo del año pasado, durante el cual el Gobierno partidocrático de turno se sintió en la obligación de «tutelar» la información que llegaba a los súbditos.
Más Madrid solicita que el 4-M sea festivo. Ya sólo falta que alguien pida que se declare día «libre de COVID», para celebrar apiñados en los colegios electorales (muchos de los cuales se abrirán en centros educativos, por lo que ese día será inhábil a efectos lectivos) la fiesta de la pseudodemocracia. A la casta partidocrática le importa una higa la salud de los súbditos, carne de cañón de sus aspiraciones de poder y control del Estado. Muchos reaccionaron airadamente a la oportunista convocatoria de votaciones por parte de la presidenta de la Comunidad, y ahora piden más y más, en la juerga que les mola, y que justifica su existencia: el enfrentar y dividir a la sociedad, al sujeto constituyente, con falsas diferencias ideológicas que, aparentemente, dirimen en las votaciones en las que no se elige a nadie, sino sólo se ratifica lo ya establecido por los jefes de los partidos estatales. «Comunismo o libertad»: pues ni comunismo (pues todos son socialdemócratas, es decir, adoradores del Estado y de su exacción y control sobre los súbditos) ni libertad (pues no existe la libertad política colectiva básica de elegir un representante que no lo sea del jefe que lo pone en una lista electoral, y las libertades individuales, al ser otorgadas, pueden ser graciosamente eliminadas, como se ve con los arbitrarios e ilegales toques de queda que sufrimos). Recuerdo haber leído hace años sobre un experimento realizado con un grupo de ratas a las que se reducía considerablemente su hábitat; las líderes se mantenían firmes defendiendo un territorio, mientras que las pequeñas se lanzaban a la tumultuosa vorágine asesina. Si se piensa en los dos grandes partidos del régimen, y en los pequeños y sus jefecillos que se descuelgan, se podría tener una imagen bastante clara de la situación actual.
Señala Francisco Lázaro que con los demócratas fuera del poder, gracias a Trump hubo un paréntesis en la política imperial de los EE.UU. Ahora han cambiado las tornas: «Con Joe Biden, la Casa Blanca vuelve a un proyecto político de expansión atlantista y defensa de una democracia populista al estilo norteamericano y contrario al curso de los tiempos que augura como poco inestabilidades en la escena internacional, y en el peor de los casos, nuevas guerras e intervenciones militares».
El Gobierno planea un vuelco para que el aprendizaje en la escuela sea menos memorístico. El Diario Oficial de la Mañana, portavoz de la vieja nueva pedagogía, nos anticipa una reforma del currículum que, en una perspectiva manipuladora e ininteligente, nos habla de un modelo educativo (el de la ley Wert, como si no hubiera habido leyes desde los 90 para acá) basado en la memoria que necesita ser reformado. Uno que es profesor ya conoce estos mantras: reducir contenidos, que ya no se llaman mínimos, sino —vergonzantemente— esenciales. La partidocracia, implacable con sus súbditos, les quiere ofrecer ahora lo que el Diario llama una «renta cultura mínima», es decir, algo que les permita optar a un trabajo precario y mal remunerado, a menos que se cuente con dinero para acceder a titulaciones pagadas a peso de oro, y estar sujetos a una formación intelectual y moral que los convierta en carne de votante, sumiso a las consignas ideológicas que, en su magnánima omnipotencia, el Estado y los partidos que lo parasitan no tienen empacho en transmitirles en la escuela que llaman pública, y en la otra de conveniencia.
El gobierno del PP y Cs tramita un decreto que reduce las garantías de seguridad y calidad de la asistencia sanitaria. Luis Escribano critica un decreto del Gobierno autonómico andaluz que, según su criterio, resta garantías a los ciudadanos y que «forma parte del juego de la partidocracia: los partidos políticos declaran derechos en las leyes para venderlo a los españoles que se dejan engañar fácilmente; aprueban reglamentos (decretos y órdenes), evitando ser controlados por la ciudadanía y facilitando el hacer y deshacer a su antojo; y, por último, crean caos en las organizaciones públicas para que no funcionen los pocos controles que puedan tener inevitablemente. El anteproyecto de Ley de Función Pública que ha presentado el Gobierno del PP y C’s confirma lo anterior en parte. Si los 22 millones de españoles que suelen votar se abstuvieran en las próximas elecciones generales, se les acabaría el cuento a todos los partidos políticos de inmediato. Pero, lamentablemente, esos españoles prefieren ser hechizados por el flautista de Hamelín de sus respectivos partidos en vez de taparse los oídos y actuar en consecuencia».
Las pensiones «doradas» de los exdiputados: de Cristina Almeida a Jaime Ignacio del Burgo. Un grupo de exdiputados se benefician de la pensión máxima, sin haber cotizado lo suficiente de acuerdo con una medida aprobada por unanimidad por los partidos del régimen que, en verdad, se representan como nadie a sí mismos. Esta pensión triplica la media de la de los súbditos, cuyas condiciones de acceso va empeorando progresivamente la clase partidocrática, que, al tiempo, se otorga a sí misma condiciones inmejorables: el privilegio como seña de identidad. En esta lista de la vergüenza que da el artículo se indica que los más beneficiados son los abogados, es decir, los intérpretes de la legislación (que no el derecho) que usa el Estado partidocrático para controlar y explotar a la sociedad civil.
Buen compendio sobre las últimas noticias del circo del Estado de partidos, que cada vez está peor, pero no termina de caer.