Siempre suele decirse de cualquier organización humana que pretende conseguir unos determinados fines. También, que su estructura y jerarquía responden a la necesaria planificación racional para alcanzar aquellos. Conforme a esto, parecen aceptarse e interiorizarse las diversas relaciones de poder. Claro, que si este discurso fuera sincero, en el momento en que las señaladas metas no se lograran, y más todavía cuando el fracaso fuera sonado, se demostraría agotada la capacidad personal de mando de los cuadros dirigentes, que habrían de apartarse o ser cesados para salvaguardar la propia razón del poder.   M.C.R.C. La actual crisis nos permite contemplar en todo su esplendor la reacción ante una situación de este tipo. Y no se aprecia la dimisión en masa de los directivos de las empresas o de los jefes de gobierno de los estados. Más aún, el colapso actual curiosamente se nos presenta como algo inevitable de lo que nadie es culpable o responsable, tal vez porque los cerebros encargados de evaluar la coyuntura se hallen solapados al mismo sistema de dominación. Eso sí, debemos asumir, sin la menor duda, que aquellos cuya ignorancia, imprevisión o avaricia sobradamente han demostrado y demuestran, sin pagar por ello un mayor precio, sean quienes lideren la supuesta recuperación.   Si hay algo que queda claro en todo este asunto es la necesidad primaria de volver a racionalizar y normalizar las relaciones de poder, no desde un punto de vista positivo referido a la política como algo estrictamente material, resuelto en la competencia electoral entre los varios fines y acción propuestos, cosa que se ha demostrado tan incierta como interesada; sino desde la óptica negativa que nos proteja de los probados desmanes del poder por su imprescindible limitación formal, dividiéndolo desde el origen, para convertir así la política en algo creíble: votar para elegir personas que encarnen un proyecto y deban responsabilizarse de él, no para apoyar ideas de partido tras las que escondan sus ambiciones.   En España, la República Constitucional es la respuesta institucional al nuevo reto. Es desde la sociedad civil desde donde debe levantarse y a la sociedad civil apela; y es en ella donde debe obtener fuerza suficiente para derribar el cerco estatal de los partidos, tarea hercúlea para nosotros los españoles, carentes de libertad política e históricamente sometidos al tutelaje, ingeniería y selección social de las élites estatales, hoy acomodadas en la monarquía juancarlista.

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