Sobre japonés para regalar dinero (Wikimedia Commons) Para la tribu de los Weyewa, en Indonesia, una persona rica no es aquella que ha acumulado bienes o propiedades, sino aquella que mantiene una extensa red de personas que están en deuda con ella. En una fiesta, un invitado puede contribuir con un búfalo de agua y recibir un pequeño cerdo a cambio. Pero todo el mundo queda satisfecho. Un invitado quedaría avergonzado y desolado si recibiera un presente del mismo valor que su regalo, ya que ello implicaría que las cuentas estarían saldadas y la relación habría terminado. Los partidos estatales de nuestra partitocracia están en deuda con los bancos y entidades financieras. Les deben mucho dinero. Pero a diferencia de lo que ocurre con los Weyewa, los partidos políticos no están interesados en mantener esa relación deudora. Para ellos, esa relación guarda similitudes con la que describiera Julio Cortázar en su “Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj”(1): ellos son los regalados. Los partidos deben corresponder a la deuda pendiente que tienen con los bancos por medio de prebendas y tratos de favor, por temor a que éstos les exijan su devolución. Si en algún momento los partidos políticos pudieran tener un banco propio, una entidad financiera de su propiedad, la dependencia de las financiaciones privadas quedaría eliminada, y podrían saldar las cuentas y romper su relación con ellas sin ningún problema. Sin vergüenza ni desolación. En artículos previos de este diario se ha explicado cómo los partidos políticos mantienen un férreo control sobre las cajas de ahorros (2)(3). Además, con la excusa de la crisis económica se están planeando fusiones de cajas a nivel regional, para crear entidades financieras de gran tamaño y bajo el control absoluto de los partidos políticos en el poder. La guinda del pastel. Al monopolio que mantienen de las instituciones públicas y de los medios de comunicación, habrá que añadirle el del sistema financiero. No es de extrañar, por tanto, que quieran impedir a toda costa la entrada del capital de la banca privada en las cajas de ahorros (4). La fusión de cajas es el regalo que los partidos políticos se hacen a sí mismos, para finalizar cualquier tipo de relación con el exterior. Todo de ellos y para ellos. Un terrorífico ejemplo de recursividad.