(Foto: jef safi) Psicoanálisis y creación Cornelius Castoriadis considera que la alienación o la heteronomía, lejos de ser inherentes a la condición humana, son productos históricos, y por tanto, susceptibles de ser superados mediante una relación lúcida del sujeto con sus deseos inconscientes. El imperio de la ley y el peso de lo simbólico (lo imaginario predeterminado) difuminan la sociedad instituyente (la imaginación indeterminable) y reducen la sociedad instituida a una colección de reglas muertas a las cuales el individuo debe rendirse, hundiéndose en la pasividad. La definición de la psique como fuente de creación y transformación, y no sólo de repetición identitaria, se fundamenta en el análisis como autoalteración o actividad práctico-poiética. Y es que reflexionar sobre la creación es pensar acerca de la poesía-poiesis. El arte, la poesía o la creación literaria, muestran de un modo más claro ciertos procesos psíquicos que son universales, pero que no se advierten normalmente, ni tampoco durante la neurosis. En las obras de Shakespeare y Dostoievski descubrimos sustratos de la personalidad, que por ser inconscientes o disimulados por la represión, la sublimación o la transferencia, resultan irreconocibles para la mayoría de los seres humanos. Además, el análisis cuenta con la palabra como único instrumento terapéutico; y tal como lo han sido para la poesía, los juegos de palabras (siempre en juego, que eso quiere decir ilusión: jugar, jugárnosla), la transmisión oral de los sueños, la asociación libre, etc., son el material específico del que se sirve el psicoanálisis. Ocupándose del simbolismo, Freud hablaba del “desplazamiento y la condensación” mientras Lacan prefería hacerlo en términos poéticos: metáfora y metonimia. Es curioso cómo mientras los protagonistas de La noche o La aventura escogían el silencio como expresión de su malestar emocional, los de otras películas de Antonioni prefieren hablar mucho sin decir nada, como signo de los tiempos actuales. Aunque ya Ionesco afirmaba que su obra “La cantante calva” trataba del hablar sin decir nada, en razón de la ausencia de toda vida interior. Por otro lado, la memoria nos hace repetir las situaciones ya vividas, pero recomponiéndolas porque queremos verlas como no ocurrieron realmente, es decir, alterarlas, poblándolas de sensaciones deseadas pero no satisfechas. El recuerdo se convierte así en el reverso del olvido: falsear la memoria para vivir de cierta manera, o simplemente seguir viviendo, es una práctica acostumbrada. Memoria histórica es un oxímoron. Simone Weil decía que la conciencia del yo no es otra cosa que la gravedad que agobia al espíritu, y que su superación nos conduce a la “gracia” o iluminación espiritual. Y para el poeta irlandés W. B. Yeats, el artista no se expresa a sí mismo sino a su “anti-yo”, cosa que Unamuno consideraba natural puesto que cada uno busca su complemento.