Es un hecho que la política liberal clásica estaba diseñada para proteger los intereses de la clase burguesa emergente en la era industrial. Porque el comercio es una actividad que afecta a todos, su liberalización constituyó un avance con respecto a las rígidas determinaciones socio-económicas del feudalismo. Pero los nada desdeñables métodos políticos que se conquistaron para preservar la libertad de comercio no eran democráticos, sino oligárquicos, porque no permitían el control del poder por la ciudadanía. A pesar de la representación parlamentaria, buena parte de las posiciones de verdadera importancia política, con mano en los devenires económicos del propio país o de sus colonias, eran asignaciones a dedo por un poder ya constituido, e irrevocable.   Dejando aparte también que la ciudadanía era entonces mucho más reducida que ahora, por no haberse producido aún la conquista del sufragio universal, el sistema parlamentario está diseñado a la medida de las élites comerciales (ya bastante corruptas de por sí) para no ceder ni un ápice de sus privilegios, y, a ser posible, incrementarlos. El pirateo “legal” de Inglaterra es paradigmático al respecto. Y fue transferido a operaciones masivas en las colonias de lo que traduzco como “privateo” (privateering) hasta finales del siglo XIX, donde con la venia y bendiciones del gobierno simplemente se tomaba posesión de las mercancías de otros países. O sea, se robaba. De este modo, en Canadá por ejemplo, se amasaron grandes fortunas, las cuales sin mayores dificultades llevaban a su vez a cargos gubernamentales propicios para mantener el negocio.   Haber permitido a los partidos socialistas o laboristas la posibilidad de presentarse a las elecciones no cambia el origen y naturaleza del parlamentarismo. Tal vez ahora, que tanto en el Reino Unido como en Canadá (con idéntico sistema) están en el impasse de un gobierno obligado a pactarlo todo por estar en minoría parlamentaria, se procure un giro hacia la democracia (elección distinta del gobierno y el parlamento, y control ciudadano del poder). Sin embargo, no puede desdeñarse el peligro del espectro de las listas proporcionales planeando sobre sus instituciones, que amenaza la libertad colectiva todavía en mayor medida.   Gordon Brown (foto: Downing Street)

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