La noche electoral del 8 de noviembre de 2016 la pasé en Antena 3, en un programa especial junto a varios tertulianos, todos convencidos y ansiando vivamente la derrota aplastante de Trump por la belicista Hillary, que no ha habido maldad de la que no haya sido capaz, ni país ni guerra donde no estuviera dispuesta a intervenir siempre que Soros se lo recomendara. Ucrania, Honduras, Libia, Yemen, Siria y Egipto, salvado ‘in extremis’ por el general Al Sisi, ríos de sangre y destrucción causados por esta reina del caos. La serie ‘House of cards’ es la estremecedora historia novelada de Clinton y Hillary, capaces de todo para conseguir el poder: su protagonista y productor Kevin Spacey, amigo de los Clinton, contó que el expresidente le había confesado que “el 99% de la serie es real”.
Pues bien, aquella noche histórica yo fui el único en asegurar que ganaría Trump, y conforme pasaban las horas y se cumplían mis predicciones de lo que sucedería estado por estado —en realidad con trampa, porque yo tenía acceso a una información de la que los demás carecían—, se quedaron tan impresionados que la cadena me pidió que me quedara para participar en ‘Espejo público’, cuya presentadora, Susanna Griso, sin duda la más inteligente y capaz de toda la televisión pero profundamente antitrumpista, me auguró —como todos— el apocalipsis con un loco al frente de EEUU. La fui rebatiendo como pude, porque es condenadamente hábil, y en un momento dado me dijo que las bolsas de valores se hundirían, y ahí la pillé.
Dije: “Mira, Susana, si quieres ganar dinero de verdad, invierte hoy mismo en la bolsa americana, y más en concreto en acciones de defensa y en bancos”. No lo hizo, y meses después, en otro programa, rebatí: “¿Sabes cuánto dinero has perdido por no hacerme caso?, un 50%”, y hoy sería un 85% en defensa y un 62% en bancos. La economía y el empleo son los grandes triunfos de Trump, las bolsas americanas y las del resto del mundo —arrastradas por ellas— han batido récord tras récord, y el paro se ha situado a fin de octubre en su nivel más bajo en 44 años. Adicionalmente, ha reducido drásticamente la inmigración ilegal.
Los grandes fallos de Trump: Rusia, OTAN y EI
Los grandes incumplimientos de Trump, al menos para los que creímos en él y muy modestamente colaboramos en su campaña, han sido su comportamiento con Rusia, con quien prometió restablecer una relación amistosa y acabar con el embargo criminal impulsado por Soros y Alemania. Y su promesa de recortar su aportación a la OTAN, una organización que calificó de obsoleta, como realmente es, pero que sigue igual o peor. Cuando visitó la nueva sede de Bruselas, le comentaría a Tillerson, su secretario de Estado: “Fíjate cómo se han montado estos tíos con nuestro dinero”, lo que en el caso de España es infinitamente peor, enviamos tropas de élite para defender Estonia, y en agradecimiento, estos miserables ayudan a los cobardes golpistas catalanes. Por no hablar de los 3.000 millones de euros anuales que nos cuesta el embargo a Rusia.
Marcar distancias por las acusaciones de sus enemigos sobre la supuesta ayuda de Putin en la campaña electoral es una cosa, pero incrementar las sanciones a Rusia es una felonía. En un breve encuentro el viernes en la cumbre de la APEC en Vietnam —Trump se negó a una reunión formal—, acordaron al menos mantener los canales de comunicación empleados en Siria en la lucha contra el Estado Islámico, cuya aniquilación prometió, aunque en la práctica ha hecho muy poco. No es de recibo que Trump incluya entre ‘sus éxitos’ su destrucción, cuando ha sido Putin quien mató a Al Baghdadi, el ‘califa’ y comandante en jefe del EI, y a su estado mayor al completo, lo que les dejó sin cabeza y aceleró su fin.
Esta postura de Trump es un error histórico que consolidará una alianza China-Rusia que hará perder a EEUU el liderazgo mundial y condenará a la irrelevancia a la UE, un gigante económico y un pigmeo militar y político, con Alemania expoliando al resto de sus socios gracias al euro, que le permite mantener el mayor superávit comercial del planeta, algo que con España resulta escandaloso, 2,4 veces más que el superávit con EEUU en términos de PIB, lo que tiene indignado a Trump, pero el cobarde patológico de Rajoy ni abre la boca.
Aunque otros incumplimientos son bienvenidos. La descalificación a los inmigrantes hispanos, algo que en mi modesta aportación a su campaña para la captación del voto latino desaconsejé vivamente, y a lo que el equipo de campaña me diría: “Tienes razón, Roberto, pero Donald es Donald y nada va a hacerle cambiar”, y sin embargo hoy ha adoptado un perfil bajo frente sus vecinos del sur, incluidos Venezuela y Cuba. “Son un incordio, pero no una amenaza para la seguridad de EEUU”, me diría antes de verano un responsable de inteligencia norteamericano en el Hotel Villamagna. “Nos bastaría interrumpir la importaciones de petróleo de Venezuela para derrocar la narcodictadura de Maduro, pero no lo vamos a hacer”. Sin embargo, en la campaña mantuvo íntegro su discurso agresivo y populista, lo que al final le haría ganar las elecciones.
Las promesas estrella están por llegar
Nunca en la historia un presidente electo de los EEUU se ha visto sometido a una campaña de desprestigio y acoso tan brutal por parte del ‘establishment’, no solo americano sino europeo, como la sufrida por Trump en este primer año, tanto que ha hecho pensar a muchos que su destitución era inminente. Ni ha sido ni será así, y lo probable es que sea nominado candidato republicano y vuelva a ganar las elecciones de 2020. Pero sin embargo hay algo que no ha podido evitar, un retraso brutal en la aprobación y puesta en marcha de sus proyectos estrella: recorte de impuestos, plan de infraestructuras y reforma sanitaria para sustituir al Obamacare, que el propio Clinton calificaba de “desastre sin paliativos”.
Por cierto, Trump es la antítesis de Rajoy en fiscalidad, inversión pública y política salarial. Con la tercera mayor presión fiscal de la OCDE sobre el trabajo y la clase media, está preparándonos para 2018 la mayor subida de impuestos de la historia, para pagar los 40.000 millones que nos costará el “nuevo modelo de financiación” para premiar a los golpistas catalanes. En EEUU, la propuesta es fiscalidad cero hasta 25.000 dólares de ingresos año; 12% hasta 45.000 dólares; 25% hasta 200.000 dólares; 35% hasta 500.000 dólares. Mientras nuestra inversión pública ha caído a mínimos históricos para seguir financiando el despilfarro autonómico y la corrupción institucional, Trump va a invertir en infraestructuras un billón de dólares. Los salarios en EEUU han subido un 2,5% en términos reales en 12 meses; Rajoy, ‘maillot amarillo’ de Europa en recortes salariales, los ha bajado otro 0,8%.
Lo que sí ha realizado Trump con un éxito espectacular es la ruptura de los acuerdos comerciales multilaterales, un cachondeo de los globalistas y la ruina para muchos, y su sustitución por acuerdos bilaterales. La estrategia de Trump es la de un empresario, fijémonos en su reciente viaje a Asia, se carga el TPP y empieza a negociar con los países con quienes EEUU mantiene déficits comerciales brutales. Les dice, esto tiene que cambiar, “no quiero reducir las importaciones de sus productos —lo del poner un arancel era el viejo farol negociador—, solo quiero incrementar mis exportaciones”. Y para ello manda por delante a grandes y pequeños empresarios americanos, que cierran acuerdos de ventas espectaculares.
En Japón y Corea del Sur, el tema ha sido fácil, se ha inflado a vender armas: interceptores antimisiles, los mejores aviones de combate del mundo (nada que ver con la mierda del Eurofighter), etc. Repito mi recomendación a Susanna Griso. Compren acciones de defensa: Boeing, Raytheon, Lockheed, General Dynamics y Northrop. En China, Boeing —con un pedido de 300 aviones—, las grandes tecnológicas y otras más pequeñas han cerrado acuerdos por valor de ¡250.000 millones de dólares!, y además Alibaba, el Amazon chino, ha ofrecido crear un millón de empleos en EEUU vendiendo productos americanos en China. Y la guinda del pastel, China liberalizará su sector financiero, donde los bancos americanos tendrán la parte del león. Además, la prensa china ha salido en defensa de Trump, criticando a los medios americanos y europeos por sus “absurdas y falsas informaciones de uno de los jefes de Estado más apreciados en China”.
Y respecto al futuro. A principios de 1983, la popularidad de Ronald Reagan cayó al 35%, a fin de ese año había mejorado en 20 puntos, y fue renominado por aclamación para un segundo mandato que luego gano sin problemas. La popularidad de Trump ha caído al 38%, pero es pronto, muy pronto, tiene un montón de tiempo para recuperarse. Pero no solo eso, su base electoral, la que le dio la victoria, no solo permanece intacta sino que está encantada con él, y dadas las divisiones en el partido demócrata, su reelección en 2020 parece algo más que probable, por muchas plumas que pierda en el ‘mid-term’.