Maria Antonia Iglesias (foto: Rafael Robles L.) No en vano señala Karl Popper en “La sociedad abierta y sus enemigos” que todo sistema es siempre institucional. No leyó a Karl Popper doña María Antonia Iglesias cuando no desaprovechó la ocasión que la entrevista televisiva con el exdirector general de la Guardia Civil Luis Roldán le brindaba para dejar bien clara su concepción de la responsabilidad política de los poderosos: “No eché usted más mierda sobre el PSOE de González”, fue la frase pronunciada por la periodista, que produce vergüenza incluso transcribir. En suma, para María Antonia Iglesias se trataba de aislar, en toda su pureza, la culpabilidad de Luis Roldán en los delitos cometidos, en la creencia de que el grado de responsabilidad personal del designado es inversamente proporcional al grado de responsabilidad política del designante.   Así de endeble es el fundamento teórico del discurso de quienes, ahora, participarán en los festejos de conmemoración por el 30º aniversario de la llamada Constitución Española, que debe quedar libre de toda sospecha. Para un viaje tan corto, para el enérgico repudio del funcionario responsable del atropello, no era necesario teorizar siquiera sobre la naturaleza de las instituciones, ni siquiera la ciencia política tendría que haberse molestado en inventar instituciones garantistas que evitasen la corrupción o que al menos posibilitasen la exigencia de responsabilidad política de los escalafones jerárquicos superiores, vista la imposibilidad de prever el atropello.   Frente a la ingenua percepción que atribuye los males del sistema al mal comportamiento de la clase política o de sus subordinados, frente a la falaz creencia de que denigrando y vilipendiando en público al funcionario corrupto, en una grotesca exaltación de mal gusto, se puede salvar la honorabilidad de sus jefes, la realidad es que, a mayor responsabilidad personal del culpable, mayor es la responsabilidad política del superior y mayor es el desamparo provocado por un sistema institucional que ha depositado en la buena fe de los poderosos la garantía del respeto a la legalidad. Buena fe que es discrecionalidad; discrecionalidad que necesariamente vacía de contenido a las instituciones. Pero esta es la cruda verdad que los defensores a ultranza de esta “ley de leyes” tratarán sistemáticamente de ocultar: el Partido debe quedar a salvo, las Instituciones también, Roldán y solo Roldán es el culpable, moral y honor pueden dormir tranquilos.

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