Como en los tiempos de las letras de pelota, llamadas de favor o de complacencia, el premio nobel de Economía, Joseph E. Stiglitz ha advertido que el rescate de España y el que se avecina para Italia e incluso Francia, después de los sufridos por Grecia, Portugal e Irlanda, no es sino lo que se denominaba antiguamente una “letra de pelota”: el banco te presta dinero para pagar el crédito que te concede el propio banco, un autocrédito engañoso que conduce inevitablemente a la ruina vía fraude contable.
“El plan es: el Gobierno español rescata a los bancos y los bancos rescatan al Gobierno. Es la economía del Vudú, no funcionará, no está funcionando”. Si el Gobierno de Rajoy decide pedir el rescate completo, esta ayuda de Europa supondría un 10% del PIB español, esto podría hacer más complicado y menos rentable la venta de deuda al mercado internacional. La teoría del premio Nobel es que siendo los bancos españoles los principales compradores de deuda soberana, el Ejecutivo de Rajoy se podría ver obligado a pedir ayuda a las mismas entidades que ahora se dispone a sanear con el dinero de los socios europeos.
Para el Nobel de Economía, Bruselas debería acelerar el debate sobre una autoridad bancaria común para la Eurozona. “En un contexto de economía en crisis no hay forma de impulsar políticas de crecimiento si no hay un sistema bancario europeo”, asegura Stiglitz.
El ex asesor económico del presidente Bill Clinton es un convencido de la importancia del crecimiento para salir de la crisis. “Alemania sigue en el discurso de reforzar la disciplina fiscal, pero ése es un diagnóstico totalmente erróneo”, avisa. En su opinión, Merkel “tendrá que preguntarse si quieren pagar el precio de una eventual desaparición del Euro o prefiere mantenerlo con vida”.
Catedrático en la Universidad de Columbia, premio Nobel de Economía, y autor de Freefall: free markets and the sinking of the global economy [Caída libre: el libre mercado y el hundimiento de la economía mundial], cinabrio.over-blog.es recoge sus pronósticos donde sugiere mirar al modelo asiático para salir de la crisis:
“Es posible que los países con los mercados emergentes más importantes, que capearon exitosamente las tormentas de 2008 y 2009, no sobrelleven tan bien los problemas que se perciben en el horizonte. El crecimiento brasileño ya se ha detenido y eso genera ansiedad entre sus vecinos latinoamericanos.
Mientras tanto, los problemas de largo plazo -incluido el cambio climático y otras amenazas ambientales, y la creciente desigualdad en la mayoría de los países del mundo- continúan allí. Algunos incluso han empeorado. Por ejemplo, el alto desempleo ha deprimido los salarios y aumentado la pobreza.
La buena noticia es que solucionar estos problemas de largo plazo ayudaría a resolver los de corto plazo. Una mayor inversión para adaptar la economía al calentamiento global ayudaría estimular la actividad económica, el crecimiento y la creación de empleo.
Impuestos más progresivos, que redistribuyan desde los ingresos altos hacia los medios y bajos, simultáneamente reducirían la desigualdad y aumentarían el empleo al impulsar la demanda total. Los impuestos más elevados a los ricos podrían generar ingresos para financiar la necesaria inversión pública, y proporcionar cierta protección social para quienes menos tienen, incluidos los desempleados.
Incluso sin ampliar el déficit fiscal, esos aumentos de «presupuesto equilibrado» en los impuestos y el gasto reducirían el desempleo y aumentarían el producto.
Lo que preocupa, sin embargo, es que la política y la ideología en ambos lados del Atlántico, pero especialmente en EE. UU., no permitirá que nada de esto ocurra.
La fijación en el déficit inducirá recortes en el gasto social, empeorando la desigualdad. De igual manera, la persistente atracción hacia la economía de oferta, a pesar de toda la evidencia su contra (especialmente en períodos de alto desempleo), evitará que se aumenten los impuestos a quienes más tienen.
Incluso antes de la crisis hubo un reordenamiento del poder económico -de hecho, una corrección de una anomalía con 200 años de historia, en la que la participación asiática del PBI global cayó desde cerca del 50% a, en cierto punto, menos del 10%. El compromiso pragmático con el crecimiento que se percibe actualmente en Asia y otros mercados emergentes destaca frente a las equivocadas políticas occidentales, que, impulsadas por una combinación de ideología e intereses creados, parecen casi reflejar un compromiso para evitar el crecimiento.
Como resultado, la reestructuración económica global probablemente se acelere. Y casi inevitablemente dará lugar a tensiones políticas. Con todos los problemas que enfrenta la economía global, seremos afortunados si estas presiones no comienzan a manifestarse dentro de los próximos doce meses.