La partitocracia denunciada por Antonio García Trevijano se ha delatado en el asunto del Rubius. Este youtuber se ha ido a Andorra porque dice que aquí el fisco se lleva la mitad de lo que gana. Desde entonces los voceros de la oligarquía de partidos no han dejado de advertirnos de que el sistema sanitario puede quebrar por gente como él. O sea, que si Hacienda ingresa menos dinero en impuestos, la solución inmediata de los políticos será reducir el presupuesto de la seguridad social.
De esta pasta están hechos nuestros dirigentes: están dispuestos a quitar camas de los hospitales antes que prescindir de coches oficiales.
Es lo que ellos mismos dicen. Ante la remota posibilidad de que cundiera el ejemplo del youtuber y de que mermaran entonces los fondos de las arcas públicas, no se han movilizado para declarar el sistema de salud público intocable, un baluarte innegociable, la última línea roja que puede caer antes de que el sistema salte por los aires. No han jurado que harán cualquier sacrificio personal para evitar el más mínimo perjuicio en la atención médica. No se han reunido para promulgar unas leyes que prohíban recortes en la sanidad pública mientras se puedan hacer en departamentos más prescindibles.
No. Al contrario. Nos amenazan precisamente con meter la tijera en la sanidad como primera medida. Harán esto en lugar de racionalizar la administración pública, suprimir las diputaciones, o dejar de subvencionar a fundaciones apesebradas.
Partamos de que no tenemos una sanidad pública, tenemos diecisiete. La descentralización ha triplicado, lógicamente, el gasto. Lo más básico que podrían hacer para garantizar los servicios médicos para todos los españoles es reunificar el sistema sanitario. Así ahorrarían costos. Pero eso ni se lo plantean. Hay demasiado poder caciquil en juego. Nos han dejado claro que sus chiringuitos no se tocan.
Quien no quiera ni considerar la tarjeta única como una prioridad nos deja claro que no defiende la sanidad pública sino las redes de poder actuales.
La falta de libertad política nos condena a estar a merced de una casta incontrolable. Podríamos ver cómo sacan a los enfermos a la calle, culparían al Rubius, y sólo nos quedaría acatar cabizbajos.
Totalmente de acuerdo Julián.
Con representantes parlamentarios que dependieran directamente de la elección de los ciudadanos no se atreverían , ni lo pensarían , a decir tales barbaridades. Y los infames chiringuitos de esta clase política disminuirían drásticamente.
Disculpa tocayo. Juan , que no Julián.
Todo nos lleva al mismo sitio: la falta de libertad colectiva, es decir, súbditos en vez de ciudadanos.