La más alta eminencia literaria se manifestaba el mismo día: mientras tenía lugar la publicación de la primera parte del Quijote estaba representándose “El Rey Lear”, de la que Jefferson decía: “un sentido vívido y duradero del deber filial se imprime con mayor eficacia en la mente de un hijo tras su lectura, que por la de todos los libros que sobre la ética y la divinidad se hayan escrito”.   Los rusos han sido probablemente los que mejor han comprendido la novela de Cervantes. Turgeniev alababa la generosidad espiritual y nobleza de sentimientos del inmortal hidalgo manchego. Dostoievski sentía tal devoción por él que en su “Diario de un escritor” lo llama “el más noble entre los nobles que han existido en el mundo”; ciertos personajes suyos son de filiación quijotesca: el príncipe Mishkin o Aliocha Karamazov; y en la leyenda del Gran Inquisidor, la “ardiente noche sevillana” despierta ecos cervantinos.   Alonso Quijano, condenado a la derrota, sale no obstante a medirse con el mundo, en su empeño de transfigurarse en caballero andante. Don Quijote siempre es leal a sí mismo en cualquier circunstancia, a su voluntad indomable, por muchos enemigos, obstáculos o adversidades que se crucen en su camino: “Bien podrán los encantadores quitarme la aventura, pero el esfuerzo y el ánimo es imposible”.   El nuevo coordinador general de IU, Cayo Lara, hizo un llamamiento a la huelga general “no como fin en si misma, sino para decirle a los poderosos que por ahí -sacando el dinero público para meterlo en los bolsillos de la banca-, no vamos a ninguna parte”. Esta propuesta ha sido recibida con frialdad e incluso indiferencia por parte de las dos principales centrales sindicales, que sólo la creen justificada en caso de que el Gobierno o la patronal recorten derechos de los trabajadores.   Cayo Lara (foto: IU Daimiel) En “El idiota” se puede leer este pasaje: “Dicen que existen tantas oficinas de gobierno, tantos burócratas, que sólo el pensarlo marea. Todo el mundo ha sido, es o será funcionario del Estado. Todo el mundo está dispuesto a ponerse a su servicio”. El pancismo sindical no quiere ni puede ver, a causa de su condición estatal, que incluye, por tanto, la subordinación al engendro partidocrático, la permanente razón que asiste al conjunto de los ciudadanos, para “deshacer el entuerto” de los usurpadores de sus derechos políticos.

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