Escocia (fotografía: Manuel Salvador) Paisaje democrático Si alguien nos dijera que un paisaje es democrático, pensaríamos que ha perdido el juicio. Sin embargo, ¿cuántas veces hemos escuchado que la sociedad no sólo es, sino que debe ser democrática? ¿Acaso la imbecilidad de tal afirmación es menor? Ni el Estado, ni la sociedad, ni los valores pueden ser democráticos. La democracia social o material no existe. De lo contrario, si una forma de gobierno inspirada en el sentimiento de libertad y su reconocimiento axiológico se aplicara al cuerpo social, sólo estaríamos negando aquella libertad que pretendemos salvaguardar. La sociedad se desarrolla por sí misma, limitada poco más que por las condiciones que la materia viva le impone, aunque algunos se empeñen en constreñirla en sus estrechos canales mentales; y la democracia apenas es un corolario histórico-político de ese acontecer.   Claro que disfrutar del único sistema que garantiza la libertad política nos permitiría abrigar esperanzas de que, bajo su amparo, pudieran desarrollarse hasta el esplendor las artes, las ciencias, los buenos sentimientos, las mejores maneras y el bendito Estado del Bienestar. Pero eso no convierte a ninguno de estos entes en democrático. Es posible que el afán de Justicia y su representación social en forma de Igualdad –extraña relación- se vea favorecido en una democracia. Pero es harto improbable. Ese aspecto requiere del cultivo estético del espíritu y atravesamos tiempos de cultivo egotista del bolsillo. Cualquier tirano decidido y mentalmente disciplinado sería más capaz de establecer verdadera igualdad ciudadana que la atropellada senda de la libertad. Quien de veras anhele igualdad, debe poner un dictador o una democracia material en su vida y recordar que siempre es necesaria una ideología para escapar a lo sensato: la libertad. La sociedad puede cuidarse –pocos y en pocas ocasiones así lo han querido- de establecer las bases intelectuales y la reglamentación para la perpetuación formal de la libertad, pero no está en su mano fijar las condiciones materiales de su existencia.