Comisión Zurbano (foto: Partido Socialista) Pacto y superestructura El triunvirato del palacio Zurbano provoca el esperpento de parecer un grupo de tres muchachos despistados buscando caridad con huchas de Domund bajo el sol de África. Quien negó la crisis económica hasta hace poco, tachando de antipatriotas a los ciudadanos honrados que denunciaron lo que en otros países era ya sabido por toda la sociedad civil, deciden tras la catástrofe, buscar un pacto político con los hasta ayer partidos traidores. Veamos pues quiénes son los traidores y por qué buscan un pacto. El régimen está basado en un suprapacto fruto de la superestructura de bloques de la guerra fría y la hegemonía alemana dentro de la UE. Los partidos políticos españoles siguen siendo galeotes de este esquema, ya que a él deben la homologación como país democrático, aun careciendo de Constitución que separe los poderes del Estado en origen y garantice la representación parlamentaria de la sociedad civil. A pesar de formar la clase política que ha estafado a miles de ciudadanos europeos con un desarrollo urbanístico que la define en términos mosquianos. Una tasa de desempleo por encima del 18% con una situación dantesca entre los menores de 25 años con una tasa de desempleo del 38% sumado a unas perspectivas de contracción económica para 2010 con un aumento de la deuda y el déficit público desorbitados, establecen el horizonte cuantitativo de la quiebra económica nacional. El pacto demandado por el gobierno busca dos efectos. Por una parte, intenta involucrar a la oposición en el fracaso económico, y por otra sirve para no romper el suprapacto mediante la ruptura de ciertos privilegios por los que éste se mantenía cuando las causas que no se pueden combatir forman parte del consenso político preexistente en la partidocracia. La monarquía parlamentaria no nos deja crecer como nación democrática y cohesionada. La unión monetaria europea nos hace meros consumidores de productos alemanes y acota nuestro horizonte laboral al ámbito del personal de servicio europeo. Antes que una reforma laboral necesaria para eliminar la dualidad de costes en el despido entre temporales y permanentes que imposibilita la estabilización de los jóvenes, se hace necesario o bien que la economía política del país se armonice con los criterios necesarios para formar un área con una única moneda, cosa harto difícil siendo la dinámica económica alemana una fuerza contraria a la integración regional dentro de la UE por fomentar la especialización regional no competitiva; o que la sociedad civil recupere la soberanía sobre sus representantes mediante el mandato imperativo y la revocación de los mismos elegidos por el sistema mayoritario en mónadas de unos 100.000 habitantes. En este diario apostamos por la segunda opción como primer paso, por ser la única capaz de anteponer las pretensiones de desarrollo material de la sociedad civil, a la deriva oligárquica generada por los flujos de capitales alemanes destinados al pelotazo urbanístico y sus exportaciones de alto valor añadido; además de ser la opción de la libertad política.