El Juez D. Ángel Luis del Olmo, titular del Juzgado de lo Social nº 3 de Toledo, ha sido sancionado con 7.500 € por la comisión disciplinaria del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) por “someter de manera habitual y continuada a los funcionarios a condiciones de trabajo vejatorias (…) provocándoles situaciones de humillación, angustia, temor, nerviosismo, así como de repulsión debido a su falta de higiene y aseo personal”. Dignidad según H. Daumier (foto: Vautrin) Por otro lado, el fiscal D. Eduardo Peña, ha sido amonestado como responsable de una falta leve por hacer un comentario racista. En el curso de una vista se le escapó una observación sobre el olor corporal de una justiciable de origen nigeriano. Concretamente, el Fiscal Superior de la Rioja, D. Juan Calpasoro, ha amonestado a Peña por decir: “Abrid las ventanas que la negra huele mal”. Peña argumenta en su descargo que “no tenía intención de ofender” y que el ambiente “estaba muy cargado” ya que la mujer se encontraba “desaliñada” al pasar varias horas en el calabozo, vestida sólo con una bata a la espera de la práctica de la diligencia judicial. Según el sancionado representante del Ministerio Público, que a la sazón estuvo nada menos que casi dos décadas, hasta el año 2.004, al frente de los fiscales riojanos “la frase no es inapropiada o inoportuna desde el punto de vista objetivo”, sino que el abogado de esta señora “la ha sacado de contexto”. Por eso el Fiscal Peña manifiesta estar estudiando la posibilidad de recurrir su amonestación ya que según él, “se trata de una cuestión de orden interno” filtrada a los medios de comunicación, lo que le ha producido “un daño muy grave e inmerecido, pero el mal ya está hecho”. Algo huele a podrido en Dinamarca. El olor de la indecencia en el desempeño de la función jurisdiccional. La indignidad de fondo que afecta a la Justicia, aceptando su sometimiento al poder político al que acepta servir, necesariamente ha de tener reflejo en las formas en que ésta se administra. Si de ordinario los usos de cortesía en el lenguaje rituario judicial y la utilización de elementos externos para la ceremonia procesal, como vestir la toga, pretenden dar la necesaria solemnidad a la acción de la Justicia, esas mismas formas se convierten en ridícula caricatura que ni el propio Honoré Daumier, conseguiría mejorar cuando su sustancia se encuentra corrupta. Hasta el mismo Robespierre empolvaba su peluca blanca para conspirar. La estética de la Justicia, como en el arte, sufre de la enfermedad del postmodernismo.