Groucho Lisa (foto: sandrino) Ofrenda mundana La parte contratante de la primera parte de sí mismo encendía puros con ideas ajenas y después se echaba a dormir sobre cualquier disputa, para mostrar al mundo su espíritu irredento. Llevaba casi veinte minutos exhibiéndose por el Gran Hotel, sin resultado:   – Entonces, ¿de veras es usted articulista?   – Sí, pero con seudónimo.   – Quizá por eso no lo he reconocido.   – Ya… pues he escrito esto y esto y esto y esto. Mire, le daré una muestra de mi importancia: si insulto a todos menos al primero, ¿qué soy?   – El segundo [sonrisa satisfecha del otro]… y el primero en complejo.   – [Gesto de contrariedad] Olvidemos lo segundo.   – Muy bien, ya está usted olvidado.   – Oiga, ¿dice que soy olvidable?   – Digo que es el segundo. Usted ha dicho que lo olvide.   – En ese caso, no quiero ser el segundo.   – Cenutrio, zopenco, memo.   – Pero… ¿cómo se atreve?   – No es usted el primero y no quiere ser el segundo. Así que es insultable.   – ¡Olvídeme!   – Será lo primero que haga, ahora que soy el segundo.

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