Obama Seguridad y libertad De momento es mayor la esperanza que la promesa, la expectación ante lo posible que la previsión de lo probable, la grandiosidad del espectáculo moral que la confirmación de un cambio efectivo en la concepción misma de la política, la personalidad humana del actor que el drama universal donde incide su discurso, la declaración de deberes cívicos tradicionales que un diseño de modificación de las relaciones de poder político. Benjamin Franklin La idea fuerza que ha diferenciado, en Obama, su discurso inaugural del poder, respecto de las anteriores oraciones de vocación al poder, basadas en el magnetismo de la posibilidad de cambio, con el simple voluntarismo del “sí, podemos”, ha sido su creencia romántica y hegeliana de que se debe lo que se puede y se puede lo que se debe, mas fácil de decir que de concebir y no digamos practicar. Lo inédito en la toma de posesión lincolniana del rutilante Presidente de los EE.UU., su formidable denuncia del falso dilema que atenazó a su torpe predecesor en la paranoica creencia de que una máxima seguridad del Estado exige un mínimo de libertad en la sociedad política, no procede sin embargo de su admirado Abraham Lincoln, sino del sabio y amigo de filósofos Benjamin Franklin. “Los que abandonan una libertad esencial por una seguridad mínima y temporal, no merecen ni la libertad ni la seguridad” (Revista Histórica de Pensilvania). De quien ha tomado también la máxima de que “Dios ayuda a quienes se ayudan ellos mismos” (Almanaque del pobre Richard). Ante un personaje tan excepcional no se debe precipitar la crítica o las alabanzas, ni juzgarlo por el equipo elegido. Muy pronto se verá cual es la sutileza y la energía de su acción de gobierno, para obviar el gran escollo washingtoniano, liquidar Guantánamo y la guerra de Irak, orientar la salida a medio plazo de Afganistán, sentar en bases estables las relaciones con las potencias internacionales, culminar la ronda de Doha y la limitación de emisiones de dióxido carbono, superar la situación iraní y palestina, y garantizar la eficacia de la política económica contra la crisis. Veremos entonces si está a la altura de lo que de él se espera en EEUU y en el mundo.