“Oscuro se presentaba el reinado de Witiza”, nos enseñaban en el bachillerato, algo que condujo a la hora final del reino visigodo. El desastroso Gobierno de Rajoy, habiendo tenido todo el poder, ha dejado España al borde del abismo en lo económico -con una deuda imposible de devolver, el déficit fuera de control y el sistema de pensiones quebrado- y más dividida que nunca por su omisión ante el sistemático incumplimiento de la ley por los separatistas, que hoy burlan impunemente las sentencias del Constitucional, algo inimaginable en ningún Estado. Para arreglar este desastre tenemos la clase política más incompetente, más ‘atea’ en lo referente a la patria y más amoral de dos siglos, y una monarquía tan degradada que ha rebajado su protocolo a la vulgaridad y grosería de radicales y antisistema. No es una crisis de Estado, es una crisis de España.
Politiquillos de mínimo fuste y máxima vanidad, demagogos que hablan de “Gobierno de progreso”, una entelequia del siglo XIX que no significa nada, que prometen lo que no pueden cumplir y que ni siquiera tienen conciencia nacional y llaman Estado español, como los separatistas, a nuestra gran nación. Hablan de pactar proyectos y programas cuando carecen de ellos, más allá de las generalidades habituales, y lo único que van a pactar son sillones y poder. En aras de esos pactos, venderían sus principios, si los tuvieran, a sus partidos y hasta a su propia madre si fuera menester. Todo ello conduce a un largo y oscuro valle de lágrimas, que acabará en la suspensión de pagos en cuanto cambien las condiciones de mercado de dinero ilimitado e intereses negativos, y tal vez, como ocurrió con Witiza, a la destrucción de España.
La desaceleración económica
La afirmación de que la economía ha crecido un 0,8% en el cuarto trimestre de 2015 constituye una farsa inaceptable. Para que comprendan bien la magnitud del engaño, lo primero es entender el proceso de cálculo del PIB. Ángel Laborda, director de Coyuntura de la Fundación de Cajas de Ahorro, explica como este “es inverso al que se hace en una contabilidad de verdad, que estima primero los parciales para luego sumarlos y obtener el total. Aquí se empieza la casa por el tejado en vez de por los cimientos”. El BdE estima el crecimiento “sin registros contables reales” en función de las conveniencias del Gobierno, “y a partir de este dato la labor del INE es encajar (a veces a martillazos) la información incompleta y mejorable de los distintos componentes del PIB”. Un año después, se hace una estimación más detallada que siempre es mucho más baja.
El dato más obvio de la falsedad del PIB son los resultados de la EPA. La creación de empleo privado se desplomó a 31.200 personas desde las 182.000 del trimestre anterior, con un crecimiento del PIB supuestamente igual. Pero si hacemos la comparación con el cuarto trimestre de 2014 para eliminar el efecto de estacionalidad, cuando el empleo privado aumentó en 63.100 personas con un crecimiento del PIB del 0,7%, como la correlación entre crecimiento y empleo es elevadísima, el PIB en el cuarto trimestre de 2015 ha tenido que subir entre el 0,3 y el 0,4% -o el 1,2 y el 1,6% en tasa anual-, una desaceleración brutal. El viernes, en Estados Unidos se conoció que la economía había creado 151.000 empleos en enero -una caída del 40% respecto a diciembre-, signo inequívoco de que el crecimiento se estaba desacelerando, lo que se tradujo en una fuerte caída bursátil. Aquí, analistas y grandes banqueros, cuya incompetencia ha arruinado a sus accionistas, ven que el empleo se desploma un 83%, y no solo aceptan que el crecimiento no varía, es que actúan de portavoces de tan inaudita patraña. Claro que el hecho de que la Comisión haga también como que se lo cree -como hizo con Grecia, por táctica política-, raya lo delictivo.
En el reciente Foro de Davos, que reúne a la élite económica y financiera mundial, en lugar de las paternalistas alabanzas habituales a los ‘éxitos’ del Gobierno de Rajoy, a De Guindos le dieron hasta en el carné de identidad. Nada de felicitaciones y sí aluvión de reproches y advertencias: incumplimiento reiterado de los objetivos de déficit, deuda inasumible, necesidad urgente de nuevos recortes, niveles salariales que no permiten salir de la pobreza, etc. Pero quien estuvo demoledor fue el Premio Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que nos augura un futuro dantesco: “Lo que han hecho a los españoles es una canallada”, le dijo a De Guindos. “Cantan victoria por bajar el paro del 25 al 22%, pero con una economía así y con una tasa de paro juvenil del 50%, se está en depresión”.
La desaceleración del crecimiento no es lo único que se desprende de la EPA. También el modelo productivo tercermundista, que iba a cambiar Rajoy por otro basado en la innovación y en las exportaciones, se ha afianzado, pero con salarios más bajos. En el año, solo el 5% del empleo se ha creado en la industria, y si nos fijamos en el cuarto trimestre, no solo no se ha creado empleo en la industria sino que desciende en 55.500 personas. Además, la precarización del trabajo sigue a toda marcha. En ese mismo trimestre, se destruyeron 48.000 empleos a tiempo completo y se crearon 93.000 a tiempo parcial, con lo que el modelo productivo de ‘especuladores y camareros’, incapaz de garantizar crecimiento estable y empleo digno, se consolida y se refuerza.
Pero no es solo la EPA la que demuestra la desaceleración. El índice de Cifra de Negocios Empresarial, corregidos los efectos estacionales, situó su tasa intermensual en noviembre en el 0,1%, tres décimas por debajo del mes previo. Las ventas del comercio al por menor redujeron su avance en un punto respecto a noviembre, y el componente de grandes superficies creció en diciembre casi dos puntos menos que en el mes anterior. En enero, el relevante indicador de la confianza del consumidor se desplomó de 5,4 a -0,3; el de sentimiento económico cayó 4,1 puntos respecto a diciembre, con todos sus componentes orientados a la baja; el consumo de energía eléctrica corregido en temperatura se desplomó un -3,2%; la Seguridad Social perdió más de 200.000 afiliados, y el PMI de servicios cayó al nivel más bajo en más de un año.
Cuatro años de Rajoy no han creado ni un euro más de riqueza -el PIB pm de 2015 es similar al de 2011- y, sin embargo, han endeudado a España en 500.000 millones de euros. La pregunta es: ¿qué han hecho estos insensatos con ese dinero? Ahora, el crecimiento temporal -impulsado por el gasto electoral y financiado con deuda- se ha reducido al 1,2/1,6%, y aún no ha empezado lo peor. Como explicaba Carlos Sánchez el pasado miércoles, los profesores Fernández-Villaverde y López Salido, dos economistas españoles afincados en Estados Unidos que han estudiado las consecuencias de la incertidumbre política sobre la economía, estiman que esta reducirá entre 0,4 y 0,7 puntos el crecimiento, elevará la prima de riesgo en 70 puntos y reducirá en 126.000 personas el empleo. El daño será mayor cuanto más dure la incertidumbre. Es obvio que para la economía esta es mala, aunque probablemente con el nuevo Gobierno será peor, y hay un enorme colectivo, el de los contribuyentes, para quienes sin duda cuanto más tiempo estemos sin Gobierno, mejor.
Los contribuyentes seremos los perdedores
Los equipos económicos de todos los partidos parten de un error garrafal. Según ellos, la recaudación fiscal es baja porque el fraude es muy elevado, tanto como 70.000 millones de euros. Dicen, por tanto: acabemos con el fraude y todo arreglado. Este disparate que empezó con Zapatero parte de un hecho absolutamente falso, que la presión fiscal -ingresos fiscales divididos por el PIB- es baja en relación a la media europea. Esto es falso porque el verdadero PIB es un 20% inferior al oficial, lo que significa que la presión fiscal no es del 32,4%, sino del 40,5%. En 2007, la presión fiscal era del 38%, y desde entonces todos los impuestos han subido a máximos históricos. Rajoy ha llevado el tipo medio efectivo que pagan las familias al 12,7% en 2015 frente al 11% de 2007. Entonces, ¿cómo rayos puede afirmar nadie que esté medianamente informado que ha bajado la presión fiscal?
La frivolidad y la ignorancia de los partidos, los servicios de estudios de los grandes bancos -que arriman el ascua a su sardina- y de los analistas que no analizan resultan pavorosas. España tiene algunos de los impuestos más altos de la zona euro (el IRPF es el tercero, el IVA está por encima de la media). Solo se salvan Sociedades -y porque las grandes empresas apenas pagan impuestos (la mitad de las empresas del Ibex paga cero)-, que ha caído del 23% del total impositivo al 7% en 2015, y las sicavs creadas por el PSOE en los ochenta, que permiten a los ricos escapar de la mayoría de los impuestos. Pero no sacarían 70.000 millones, ni de lejos, aun si pudieran acabar con esta injusticia, lo que está por ver, porque las élites acabarán comprando al nuevo Gobierno como han hecho con todos los anteriores.
La acumulación de falsedades en las cifras de PIB desde 2008 ha llevado a esta diferencia brutal entre el PIB oficial y el real, algo perfectamente comprobable si se analiza la evolución de sus grandes componentes. Es algo que han denunciado numerosos expertos. La ‘lucha contra el fraude’ ha sido denominador común de todos los gobiernos. Montoro dio instrucciones a la Inspección para que cualquier contribuyente inspeccionado saliera con un acta debajo del brazo con razón o sin ella, aunque luego se perdieran la mitad de los casos en los tribunales. ¿Qué ocurrirá cuando vean que la lucha contra el fraude no da más de sí? Irán a por quienes cobran una nómina y a por el ahorro de las familias, es decir, a exprimir más aún el limón, hasta que acaben con la clase media.
No está claro lo que hará la Comisión. De momento, exige un recorte de 10.000 millones. El nuevo Gobierno pedirá renegociarlo, pero dado que somos el país con más déficit de la eurozona y que inflación más deuda equivale a desastre, no puede aceptarlo. Las ayudas sociales prometidas serán la mitad de la mitad y los contribuyentes pagaremos los pactos con mayores impuestos (IRPF e IVA) y el expolio de la riqueza acumulada con el trabajo y el ahorro de toda nuestra vida, por la que, además, ya hemos pagado todos los impuestos del mundo, patrimonio, depósitos, plusvalías, IBI, etc. Es lo que hemos votado y hemos votado nuestra ruina.
Pero la desaceleración económica y el expolio a los contribuyentes ni siquiera es lo más grave. Lo verdaderamente aterrador es que la crisis actual no se parece a ninguna de las que ha conocido el sistema político europeo. La crisis que viven inconscientemente los españoles no tiene la misma naturaleza que las crisis de Gobierno conocidas hasta ahora, como las que vivieron Italia y recientemente Bélgica.
Como nadie tiene ya autoridad moral en España y menos la Corona, podría parecer que esta es una crisis de Estado, pero no lo es, porque tampoco hay autoridad alguna susceptible de ser obedecida. Cuando se derrumban los valores morales e intelectuales que sostienen la cultura de la sociedad y del Estado, entonces sucede que la naturaleza de la crisis se sitúa en los propios presupuestos de esta. Se trata, en definitiva, de una hasta ahora desconocida crisis de España, cuya naturaleza ha sido puesta de manifiesto por quien hoy está reconocido como indiscutido maestro en teoría del Estado y de la Constitución, Antonio García Trevijano. Es aún prematuro decir cuál será el destino de los aniquiladores de España, desde sus posiciones de poder central o periférico. Pero es seguro que su crimen de lesa patria no puede quedar impune.