Foto de Eisenstaedt, 14-8-1945 Naturalidad La naturaleza crea dos clases de naturalidad en la vida de los animales superiores. La del instinto se recata. La de las costumbres se cultiva. De la naturalidad social sabremos poco si no percibimos que se trata de una segunda naturaleza construida con esfuerzo sobre la primera. Una regla no formulada, pero constantemente observada, produce el fenómeno de que al final de guerras y tiranías, los instintos tienden a exhibirse y la naturalidad a recluirse. Los sitios de exhibición -salas, clubes, restaurantes, prostíbulos- prosperan al mismo ritmo, y casi nadie se permite el lujo de ser natural en las épocas de Transición. Atribuida al comportamiento personal, la naturalidad no es equivalente a espontaneidad o sinceridad, como dice el Diccionario. Fruto de la educación sensible, la naturalidad se manifiesta en esas relaciones cultivadas donde la espontaneidad seria una imprudencia y la sinceridad, artificio para ganar simpatías, desahogar el gusto de epatar o causar ofensas gratuitas. Sin llegar a ser la más artificial de las poses, como dijo Oscar Wilde, la naturalidad exige el concurso de la voluntad y del conocimiento. Confianza en sí mismo, pudor y adecuada percepción del escenario. Lo natural en determinadas circunstancias, deja de serlo en otras. El hábito la hace parecer espontánea; su acomodo al contexto, sincera. El enemigo sistemático de la naturalidad es la ostentación; en las personas cultas, la pedantería; en la mujer bella, la coquetería; en el artista, la vanidad; en la vejez, el afán de disimularla; en la juventud, la timidez o la insolencia. Lo que hoy es insignificante, la naturalidad de besarse en público, tuvo sentido inaugural en Nueva York, al anunciarse la rendición de Japón. La joven enfermera besada por un vigoroso marinero, más tarde confesó: "El muchacho me agarró, cerré los ojos y luego me dejó sola. Por supuesto que le dejé besarme. Venia de la guerra y me sentí feliz de hacerlo. Duró segundos, fue cálido, pero no de los mejores de mi vida". Una escultura eterniza en Times Square, este beso en público que inauguró su naturalidad.